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David Viñas

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David es Licenciado en Filología, se desempeña como profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona, y es autor de Erótica de la autoayuda. En un breve cuestionario enviado por correo electrónico, nos explica por qué los libros de autoayuda tienen tanto éxito comercial.

Por Diego Pereyra.

A su entender, ¿qué significado social tienen los libros de autoayuda?

Yo los veo como un claro diagnóstico de nuestra sociedad actual. Hay libros de autoayuda sobre todos los temas imaginables, e incluso algunos sobre temas inimaginables, y así cubren un amplio abanico de preocupaciones y miedos de la gente de hoy. Esto demuestra también la rapidez y efectividad del mercado: ahí donde detecta un problema, acude veloz con un libro de autoayuda que, por supuesto, hay que comprar. Está claro, pues, que con la autoayuda nos situamos en el campo de la comercialización de las necesidades individuales, ya sean de tipo materialista o de tipo más espiritual.

¿Son una posibilidad real la perfección y la felicidad que prometen los «manuales de autoayuda»?

Lo que está claro es que marcan un ideal de perfección y de felicidad y luego la gente aspira a alcanzarlos. Si no lo consigue, como suele ocurrir, llega la frustración, el malestar, etc. Pero no hay que preocuparse porque luego vendrá algún libro de autoayuda para ayudarnos a salir de ahí. Esto lo digo en broma, pero a la vez muy en serio porque creo que estos libros son un efecto de retroalimentación del mercado bastante perverso: acuden para solucionar una serie de problemas que muchas veces ellos mismos contribuyen a generar. Cuando el ideal de felicidad se impone, se multiplican los problemas derivados de la falta de felicidad, y estos mismos problemas son los que garantizan el éxito de la autoayuda. Se crea así un círculo vicioso del que es difícil salir. ¿Por qué, si no, hay tantos adictos a la autoayuda? Cosa, de hecho, que ya resta toda credibilidad al género, ¿no?

Este tipo de literatura, ¿es una herramienta cultural o un instrumento para moldear nuestros comportamientos y la manera de sentir?

Yo de entrada diría que referirse a los libros de autoayuda como “literatura” es del todo abusivo porque la literatura es otra cosa. Sin embargo, lo que sí es evidente es que desde el sistema de la autoayuda se produce a menudo un acercamiento al sistema literario en busca de ciertos préstamos y, por tanto, en busca de una cierta literariedad. Esto produce un fenómeno de interferencia muy interesante y, a veces, salen de ahí textos ambivalentes, es decir, textos que se dejan leer por dos grupos muy distintos de lectores, aunque cada uno verá en el texto cosas distintas porque lo leen desde intereses y expectativas distintos. “El caballero de la armadura oxidada”, “¿Quién se ha llevado mi queso?”, “El monje que vendió su Ferrari”, etc., son ejemplos claros de todo esto. Pero estas fábulas con pretensiones literarias no son literatura, eso tiene que quedar muy claro. Respecto a si son una herramienta para moldear nuestra manera de sentir, yo estaría muy de acuerdo con esta afirmación y animaría a despertar un espíritu crítico como antídoto. Dicho esto, que la gente lea lo que quiera. ¡Sólo faltaría!

¿Por qué estos libros franquean a todos los sectores sociales: ricos y pobres? (Incluso muchos académicos lo consumen).

Yo no me creo que muchos académicos los consuman. Ya sé que hay lecturas furtivas, lecturas que no se confiesan porque no queda bien. Pero esto tiene más que ver con la lectura de novelas policíacas o con la lectura de best-sellers, no con la autoayuda. Yo he escrito sobre la autoayuda desde el mundo académico y todavía ningún universitario me ha dicho que lea este tipo de libros. De hecho, tampoco les interesa lo que yo pueda decir sobre ellos. Y lo de ricos y pobres, bueno será porque problemas tiene todo el mundo (los ricos también lloran, etc.) y quien hace negocio con este material sensible toma buena nota de todo.

¿Podemos hablar de «honestidad intelectual»? ¿A qué estrategias discursivas se apela?

Dediqué todo un libro a pensar las estrategias discursivas de la autoayuda y no me veo capaz de resumirlo en dos frases. Pero lo de la honestidad intelectual es otro tema, y muy problemático. Sólo diré que ahora mismo yo no tengo claro si la autoayuda es un reflejo claro del mundo problemático en que vivimos o si el mundo se ha vuelto ya tan problemático porque se ha impuesto en él la cultura de la autoayuda.

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Vergara Estévez

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Vergara Estévez es Doctor en Filosofía e investigador de la Universidad de Chile. Sobre la base de la experiencia chilena nos ilustra respecto de la conflictiva situación política que atraviesa actualmente la democracia y la sociedad Latinoamericana. Con énfasis remarca: «Hay que democratizar nuestras democracias»

Por Diego Pereyra.

En gran medida, en Sudamérica, se plantea una disputa entre el estatismo, intervencionismo y garantismo jurídico, y un poder antiestatista, neoliberal y privatista. Sin embargo, por ejemplo, en materia de política energética (pude haber dicho financiarización [FMI – Club de Paris], industria bélica etc.), se requiere de estos poderes para la estructuración y el funcionamiento de los servicios. Me pregunto entonces, en este escenario de contradicciones y coerciones, ¿es posible la emancipación social?

Efectivamente, en Sudamérica hay un debate entre las posturas neoliberales de las elites empresariales y de las elites políticas asociadas a ellas con los sectores que sostienen la necesidad de «democratizar» nuestras democracias, ampliar efectivamente la participación política de los ciudadanos, disminuir las desigualdades que siguen creciendo en la mayor parte de los países y asegurar el cumplimiento de los derechos económico-sociales que cada uno de los Estados sudamericanos se comprometió a cumplir. Los primeros son sectores minoritarios, su núcleo es un 1 % que acumula «lo que necesita el 99%» como dice Stiglitz. El modelo de desarrollo neoliberal ha fracasado en nuestros países, e incluso en Chile que es «el laboratorio del neoliberalismo». Cuarenta años después de las reformas neoliberales tenemos un sistema educativo segmentado y en crisis que reproduce la desigualdad, de bajos índices académicos y a nivel terciario muy caro con endeudamientos a 20 años. La salud pública es muy deficiente y la previsión privada es pésima. En cambio, desde el 2002 al 2013 han aumentado de 2 a 13 los multimillonarios, cuyas fortunas superan los 1.000 millones de dólares, según Forbes. Este es el verdadero milagro económico chileno.

Si bien se critica al hombre económico como estereotipo de la escuela neoclásica de economía, históricamente, los gobiernos oficialistas, ante una crisis económica, han perdido el poder en las urnas. Por lo tanto, ¿sobre qué bases es cuestionable el supuesto de que todos los individuos actúan siempre movidos por la búsqueda de su propia satisfacción?

La concepción del hombre como ser económico proviene de Locke y de A. Smith. El primero creía que Dios había creado a los seres humanos con una racionalidad económica de mercado, y Smith creía que tendemos naturalmente al intercambio económico. Los neoliberales, Hayek y Friedman, piensan que todos deberíamos actuar de acuerdo al principio de la maximización de ganancias y minimización de los costos, que eso es lo mejor para cada uno y para la sociedad. Sin embargo, Hayek, el principal teórico del neoliberalismo sostiene que la mayoría está motivada por atavismos (herencias genéticas arcaicas) y tendemos a actuar por solidaridad, compasión, cooperación y sentimientos de justicia social. Incluso sostiene que estas conductas son necesarias para la reproducción de las familias. Los seres humanos actuamos de acuerdo a diversas motivaciones: políticas, afectivas, culturales, artísticas, nacionales, religiosas, de búsqueda de poder y de placer en sus diversas formas, como lo han demostrado Hobbes, Freud, Foucault entre otros. El «individualista posesivo» que vive para ganar, acumular y consumir es una figura histórica socialmente construida de los últimos dos siglos.

Se postula que los medios de comunicación, en general, y la publicidad, en particular, nos condicionan y disciplinan. ¿Cabe alguna responsabilidad del Estado?

Los medios comunicativos, cada vez más diversificados, y la publicidad influyen de modo importante en la formación de nuestra subjetividad, potenciando las tendencias al conformismo y a la pasividad. Sin embargo, no logran disolver el creciente malestar de los ciudadanos frente a los sistemas políticos y económicos, y sus principales instituciones, tanto en Sudamérica como en varios países europeos. Desde el 2011 los movimientos sociales han derribado dictaduras que se creían estables como la egipcia y otras, y han cambiado las subjetividades políticas y sociales agudizando la crisis del sistema institucional público y privado como en Chile. Los Estados tienen responsabilidad respecto a la influencia negativa de los medios de comunicación social, en muchos casos por omisión, pues han permitido su acumulación y creciente control de los medios por los grupos económicos; produciendo el debilitamiento o término de los medios de comunicación públicos y no poniendo límites a la expansión de la publicidad.

En términos de filosofía política, ¿hasta qué punto los gobiernos progresistas utilizan (o no) las reglas del juego del capital para mercantilizar el voto (inclusión material vs. exclusión moral)?

Los gobiernos progresistas, frecuentemente, permiten que los grupos económicos inclinen los resultados electorales mediante la inversión en propaganda, sin hacer un esfuerzo de hacer trasparente dichos financiamientos. Estos son procedimientos que alteran la competencia política y que potencian a los partidos políticos asociados a las grandes empresas. Dichos gobiernos debían potenciar la educación para la democracia de modo que los ciudadanos actuaran reflexivamente a la hora de votar, y disminuyera la influencia de la hábil propaganda política de los candidatos neoliberales, diseñada con frecuencia por las mismas empresas que hacen la publicidad de las trasnacionales.

Teniendo en cuenta las profundas desigualdades sociales y los considerables niveles de pobreza, a los proyectos sociales, ¿debemos pensarlos como «no realizados aún» o como instancias «no realizables»?

Popper decía con razón que no se puede conocer lo que sucederá en el futuro. Hay, ciertamente, diversas tendencias en oposición, pero el futuro no está determinado, depende de lo que hagan las diversas fuerzas sociales. Los gobiernos postneoliberales en América del Sur han logrado, en distinta medida, disminuir los niveles de pobreza, pero aún esta es muy profunda. Una gran lucha será disminuir los niveles de desigualdad en nuestro subcontinente que son muy altos, especialmente en algunos países como Brasil, Panamá y Chile que están entre los más desiguales. Las reformas neoliberales de las últimas décadas han aumentado el crecimiento, pero también las desigualdades y el desequilibrio ambiental. El arte de la política, dice Hinkelammert, es hacer lo que parecía imposible. La expresión habitual de que «la política es el arte de lo posible», es muy cómoda para los gobernantes, pero tiende a convertir la política en la administración del orden recibido. El caso paradigmático es el de Chile, donde la constitución y el sistema legal que rige la vida política y económica provienen, casi sin modificaciones sustantivas, de la época de la dictadura que terminó hace casi 25 años.

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Sergio Pérez Barrero

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Pérez Barrero es Médico Psiquiatra y miembro del Grupo de la Organización Mundial de la Salud para la Prevención del Suicidio.

A pesar del miedo que le tenemos a la muerte, en el mundo, cada 40 segundos, una persona le pone fin a su vida. ¿Encontramos en los estereotipos culturales la razón de dicho comportamiento? ¿Es la única manera de eludir las inseguridades de la vida? ¿Qué debemos hacer si un ser querido exterioriza su «derrumbe espiritual»?

Por Diego Pereyra.

Nos alarmamos por lo que sucede en Gaza, Ucrania o Siria pero, según la OMS, el suicidio causa más muertes que estas «guerras o conflictos armados». ¿Cuál es la explicación que puede darnos respecto del alto deseo de morir de las personas?

No existe una explicación única para el suicidio, pues, la que es válida para un suicida puede no serlo para otro. No hay que confundir el deseo de morir con el deseo de matarse. El deseo de morir es, a mi juicio, el portal del comportamiento suicida, y el portal no es la casa propiamente dicha pero tampoco es la calle. Según la solución que el sujeto haga a ese deseo de morir puede trocarlo en deseo de vivir o deseo de matarse, es decir, de la pasividad a la postura activa, protagónica.

¿Cualquiera puede tener un impulso suicida o esto es, más bien,producto de un proceso personal interno?

Cualquiera puede tener una idea suicida pasajera que pondría a prueba el instinto de conservación, como suele suceder cuando en un balcón de un edificio pensamos si nos diera por lanzarnos, pero no lo hacemos, pues no estamos inmersos en una crisis suicida.

El suicidio es un proceso que lleva su tiempo, aunque el acto suicida pudiera parecer impulsivo. Por lo general, tiene una historia, que se va haciendo evidente en la medida que el sujeto vulnerable añade a su biografía eventos vitales dolorosos que ponen en evidencia esa vulnerabilidad.

Me dice que aunque pudiera parecer impulsivo, el acto suicida lleva un tiempo procesarlo. Entonces, ¿cuáles son los factores, las variables o las condiciones que hace que los jóvenes sea la franja etaria con mayor predisposición al suicidio?

La biografía de los futuros adolescentes con conducta suicida tiene tres momentos. Una infancia problemática, caracterizada por un elevado número de eventos vitales negativos, como el abandono paterno, el hogar roto, la muerte de seres queridos, dificultades socioeconómicas, abuso sexual, maltrato físico o psicológico, etc.

Luego, se da un recrudecimiento de los problemas previos con la incorporación de los propios de la edad, como son las preocupaciones sexuales, los cambios somáticos, los nuevos retos en las relaciones sociales, la independencia, la vocación, etc.

Y por último, la etapa previa al acto de suicidio, que se caracteriza por la ruptura de una relación valiosa o un cambio inesperado de su rutina cotidianaa la cual le es imposible adaptarse de una manera creativa, momento en el cual aparecen los mecanismos autodestructivos.

Generalmente, pensamos en lo que le podría estar pasando a una persona a la hora de tomar la determinación de quitarse la vida y no reparamos tanto en la familia o los sobrevivientes. ¿Cuáles son las etapas por las que pasan los sobrevivientes?

El duelo por un suicida presenta determinadas características que lo diferencia del resto de los duelos. Los sobrevivientes experimentan un conjunto de emociones que no se encuentran con la misma frecuencia en otras causas de muerte y están más expuestos al desarrollo de psicopatologías como los trastornos de ansiedad, el trastorno de estrés postraumático y episodios depresivos mayores.

Es imposible presentar un cuadro clínico típico del sobreviviente de un suicidio pero son comunes algunos de ellos, como los intensos sentimientos de pérdida acompañados de pena y tristeza, rabia por hacerle responsable, en cierta medida, de lo sucedido, sentimientos de distanciamiento, estigmatización,etc.

Cuando la culpabilidad es insoportable el familiar también puede realizar un acto suicida para expiar dicha culpa.

¿Cuánto influye en el suicida el hecho de no poder cumplir con la demanda cultural del éxito?

Influye en aquellos en los que se han depositado las esperanzas de éxito para mejorar la calidad de vida de otros o la realización personal de otros, y esas expectativas no se cumplen. Y esta sensación de fracaso puede conllevar depresión o problemas adictivos que pueden predisponer o precipitar un acto suicida.

No cumplir con la demanda cultural de éxito per se no conlleva suicidio si no se asocian otros factores, como los ya expuestos. Puede suceder en la caída del éxito o la pérdida de la fama, a lo que, generalmente, se asocian estilos de vida que explican estos desenlaces.

¿Podemos considerar la depresión como la epidemia del siglo XXI?

Varias enfermedades relacionadas con la salud mental se encuentran entre las 10 primeras que conllevaran las mayores discapacidades: la depresión, el abuso de sustancias adictivas, principalmente, el alcohol, las esquizofrenias, y las demencias.

El mito dice que quien se quiere quitar la vida no lo exterioriza; ¿es esto erróneo? ¿Cómo podemos prevenir estos impulsos?

El criterio científico muestra que de cada diez personas que se suicidan, nueve de ellas dijeron claramente sus propósitos y la otra dejó entrever sus intenciones de acabar con su vida.

Erróneamente, se minimizan las amenazas suicidas al ser consideradas como chantajes, manipulaciones, alardes, etc.

La manera de prevenir estos impulsos es lograr una personalidad antisuicidal, o sea, saber tolerar frustraciones, saber manifestar pensamientos dolorosos y saber pedir ayuda, incluida la asistencia a los servicios de salud mental.

Muchas veces, una persona primero mata y luego se suicida. Esta mezcla trágica, ¿debe analizarse como producto de un trastorno mental o emocional grave, o el suicida es, o puede convertirse, en asesino?

El homicidio-suicidio es una muerte, habitualmente, diádica que ocurre entre personas muy vinculadas afectivamente y que tiene características distintivas.

Puede ocurrir entre un sujeto y varias personas relacionadas entre sí por la locación y no necesariamente por los vínculos afectivos.

Por lo general, en el homicidio-suicidio se utiliza el mismo método para realizar el homicidio y el suicidioaunque puede variar,principalmente, cuando se trata de hijos pequeñosa quienes se puede privar de la vida de una manera y el homicida utilizar un método diferente para suicidarse (homicidio por ahorcamiento y suicidio por arma de fuego) o ante enfermos terminales encamados (homicidio por sofocación y suicidio por arma de fuego o ahorcamiento). Por lo general, el homicidio-suicidio es un proceso que se inicia mucho antes de la ocurrencia del suceso.

Puede haber amenazas de muerte a la expareja, escenas de celos con violencia, golpizas, etc. Otras veces, se presentan en el futuro homicida manifestaciones depresivas de diversa intensidad, acompañadas de abuso de alcohol o drogas. El victimario puede padecer una condición que le prive de la conciencia al momento de realizar el homicidio. El suicidio es la reacción del sujeto al enterarse de lo sucedido.

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Santiago Barambio

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@DrBarambio es Ginecólogo. Dirige la Clinica d’Ara-Tutor Medica, especializada en aborto legal en Barcelona.

Debo reconocer que ha sido una de las entrevistas más difícil de encarar. Tanto por la duda que se podría proyectar ante la impersonalidad del correo electrónico respecto de mi buena fe y «libertad intelectual» a la hora de plantear algunos interrogantes, como la incomodidad que pueden generar algunas respuestas en quienes tienen una posición contraria a la interrupción del embarazo. Sin embargo, considero vital, para salir del encofrado esquizofrénico que nos somete a una realidad formal o de hecho, generar una fricción entre los «discursos políticamente correctos» y la escena que arrojan las «estadísticas sobre abortos clandestinos».

Por Diego Pereyra.

Teniendo en cuenta que a diferencia de su país (España), en Argentina no es legal la interrupción del embarazo (excepto en casos el que se practicare a fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la mujer; o si interrumpiere un embarazo fruto de una violación o el cometido sobre una mujer idiota o demente), ¿cuáles son las justificaciones que podríamos encontrar para que el sistema judicial permita el aborto?

El elemento más importante que debe contener una legislación que permita el aborto es que pueda practicarse por la única voluntad de la mujer embarazada, sin necesidad de justificarse y que esté fuera del código penal.

Se supone que una mujer tiene capacidad para tomar una decisión como esta, en función de sus motivos, que siempre son importantes para cada cual en su momento. Y si necesita asesoramiento, se debe entender que también es lo suficiente capaz, como para buscar la ayuda que considere necesaria en cada caso.

La legalización del aborto, ¿ha propiciado que la mujer tienda a abortar más de una vez o es solo un mito?

Las estadísticas demuestran que los países que tienen legislado el aborto provocado tienen menos demanda de aborto que los que lo prohíben, porque, normalmente, estos países, aparte de hacer accesible el aborto, también tienen educación sexual y anticoncepción segura incorporada a los hábitos de la vida cotidiana. El paradigma de estos países es Holanda.

No se observa que, estadísticamente, aumente el número a 2 o 3 abortos provocados por una ley permisiva, más bien, se observa lo contrario si esa sociedad dispone de anticoncepción segura, como sucede en la mayoría de países avanzados. Si no es así, sí puede aumentar, como sucedía en los países de la URSS o en Cuba, al no haber acceso a anticoncepción segura y los métodos que se usaban eran métodos inseguros: ogino, temperatura basal, «coitus interruptus» y el preservativo que además falla bastante.

También se observa que la población inmigrante de países que no disponen de acceso al aborto o a la anticoncepción segura a países con aborto provocado permitido presentan más abortos provocados en los primeros tres años que después de ellos, puesto que ya han adquirido conocimientos y prácticas eficaces de salud sexual y salud reproductiva.

Si bien es pensado como un derecho de la mujer, ¿puede ser que el que pida realizar el aborto sea el hombre, en contra del deseo de la mujer?

Los derechos reproductivos aparecen en la Conferencia de Teherán (1968) y se formulan en la Definición de Bucarest (Conferencia sobre Población de 1974) como un derecho fundamental tanto de las parejas como de los individuos, sin distinguir entre sexos, pero, dada la distinta carga reproductiva que tienen los dos géneros humanos y los derechos personalísimos de cada individuo, resulta que el hombre no puede decidir en aquello que atañe a la voluntad de otra persona, que en este caso es la mujer, teniendo en cuenta que además cualquier actuación tiene que ver con su organismo y salud.

Tampoco y por los mismos motivos, una mujer tiene derecho a exigir o impedir que un hombre se practique una vasectomía, si la ley lo permite.

Considerando que muchas mujeres a veces no toman la píldora anticonceptiva porque engorda o algunos jóvenes se excusan al abortar diciendo: «vamos a tener un hijo pero ahora no es momento, estamos estudiando», ¿se toma el aborto como algo banal?

Llevo 40 años de ginecólogo y he asesorado o practicado abortos en miles de casos y nunca he visto a nadie que banalice un aborto y menos el suyo, todo el mundo tiene razones importantes para ello, en ese momento de su vida.

¿Cuáles son las razones importantes a las que aluden quienes tuvieron que practicar un aborto en algún momento de su vida?

La manera de redactar la pregunta podría hacer pensar al decir: «la razón a la que aluden», que su razón es en realidad un subterfugio y nunca es así. La razón por la que se solicita un aborto es común en todas las mujeres, no pueden ser madres de ese futuro hijo en ese momento y las razones particulares son tantas y tan variadas como mujeres lo solicitan y siempre importantes para su vida.

¿Hay trampa en la píldora del día después? ¿Inhibe la posibilidad de la libertad de decidir? ¿Es anticonceptivo o es abortiva?

La píldora del día después, o mejor llamada anticoncepción de emergencia, es progesterona, funciona impidiendo la ovulación y cambiando las características del moco cervical uterino necesario para que los espermatozoides entren en las vías reproductoras altas, que es donde se produce la fecundación. Por el contrario, si ya se ha producido la fecundación, lo que hace es favorecer los primeros pasos de la nidación del óvulo fecundado en el endometrio, es decir, y como es bien sabido, la progesterona más bien favorecería un embarazo que ya estuviera establecido.

Intereses ideológicos son los que discuten lo que la ciencia sabe y explica, y no hay otra explicación de esa desinformación que la de influir e impedir la libre decisión de las mujeres en aras de beneficios basados en la procreación sin control que no es a ellas a quien precisamente beneficia, sino a una sociedad explotadora que así tiene una mano de obra barata por necesidad económica y por baja instrucción, lo que se llamaba proletariado, por estar basado en que las familias tuvieran mucha prole.

Antes se le echaba la culpa a la iglesia de poner trabas a la educación sexual y al uso de métodos anticonceptivos. En este mundo de predominancia liberal, con Estados repartiendo preservativos en los diferentes espacios públicos, ¿cuáles son los motivos por los que la mujer (o las parejas) aborta?

Entre el 80 y el 85 % de las mujeres que solicitan un aborto provocado, por un embarazo no deseado preconceptivamente, están practicando un método anticonceptivo que les ha fallado por diferentes razones. Un 7-8 % es un embarazo no deseado postconceptivamente como las que lo solicitan por presentar una alteración fetal o el 1-2 % que es por riesgo grave para la salud física de la madre. Así, aproximadamente, un 8-10 % se ha quedado embarazada y no hacía nada por evitarlo. En este grupo, encontramos mujeres sin instrucción, jóvenes y mujeres muy condicionadas por su cultura o religión.

En mi ámbito de trabajo, Catalunya, que es parecido a la mayoría de los países europeos avanzados, hay poca influencia de la Iglesia en estos temas, incluso hay religiosos que lo apoyan, pero en otros países europeos mediterráneos con Ley de Aborto, incluida España, y no mediterráneos, como Polonia e Irlanda y los países que no tienen una ley que permita el aborto, es prácticamente siempre por la influencia y presión de las iglesias o las religiones, para impedir la información y facilitación de conocimientos en salud sexual y reproductiva, y para la promoción del sometimiento de la mujer a su tutela.

Recordemos que este mundo liberal que dices en el enunciado es en realidad una pequeña parte del mundo. Según la OMS, la mayoría de las mujeres no tiene acceso a educación sexual, anticonceptivos seguros y aborto seguro, lo que produce millones de embarazo no deseados, con un número enorme de ellas adolescentes, 4,5 millones de ingresos hospitalarios por complicaciones médicas y entre 60 y 100.000 muertes en todo el mundo por abortos mal realizados. Argentina es uno de los países en donde la mortalidad materna es alta debido a los abortos clandestinos, emparejable con países tercermundistas.

Recordemos que la maternidad precoz y numerosa es común entre los pobres del mundo; en mujeres que no pueden acceder a educación y no tienen independencia económica. Recordemos también que decidir cuándo y cuántos hijos se tienen es un derecho humano, al margen de religiones y legislaciones.

¿Qué diferencia encuentra entre el aborto y la pena de muerte?

Intentar comparar ambas cosas me parece una monstruosidad. La situación sería más comparable a la de un soldado en apuros serios, en medio del fragor de un combate, al cual le han llevado en contra de su voluntad, combate que se está perdiendo y por ello debe disparar contra personas por preservar su vida.

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Javier López Frías

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Javier López Frías es Doctor en Filosofía y trabaja en el Departamento de Filosofía del Derecho, Moral y Política de la Universidad de Valencia. Es autor de Las bases psico-biológicas del comportamiento del hincha deportivo: el seguidor virtuoso. Allí, de una manera interesantemente pedagógica, analiza hasta qué punto el mal comportamiento de los seguidores deportivos responde a una determinada configuración neuronal. Y refuerza la idea de que los deportes son diagnosticadores de la crisis de valores que atraviesa la sociedad. No obstante, supera la investigación empírica y propone medidas para promover una conducta ética en el hincha.

Por Diego Pereyra.

¿Por qué la ética, como ciencia, tiene que hacerse cargo, obligatoriamente, del problema social que representa el mal comportamiento de los hinchas deportivos?

Una de las tareas fundamentales de la ética es ocuparse de aquello que consideramos como correcto e incorrecto en el trato con las otras personas que nos rodean. En este sentido, su finalidad es la de poder generar un mundo en el que cada cual es tratado como se merece. Para ello, la ética ha de poner énfasis en la formación del carácter, el êthos, de los individuos para que este comportamiento les salga por naturaleza, de modo auténtico, es decir, que sean virtuosos. La cuestión es que, dado que todos y cada uno de nosotros estamos forzados a realizar actos morales (y a reflexionar sobre ellos), la tarea de la ética no es una cuestión que deba reducirse a ciertos ámbitos particulares, sino que debe hacerse prestando atención a todos y cada uno de los ámbitos y prácticas sociales que componen nuestro mundo. El deporte es uno de ellos. Y además, lo es de un modo muy relevante debido a la atención que es capaz de atraer y la fascinación que es capaz de generar en nuestro mundo actual. En este sentido, pues, generar hinchas más virtuosos, es decir, aficiones mejores y más excelentes, es un modo de reforzar y señalar aquellos comportamientos que consideramos necesarios para que las personas sean tratadas con respeto, como se merecen.

El accionar violento, al menos en el fútbol argentino, en gran parte, es concebido como un estado de «exorcismo» con base en el estrés propio de crisis económicas, vinculares, labores etc.; sin embargo, ¿puede ser que haya una explicación a partir de procesos cerebrales?

Tengo ciertas dudas de que esta teoría del deporte como válvula de escape de las pulsiones más ocultas, o como «exorcismo», tenga que ver de modo directo con el comportamiento radical de las hinchadas. Como he defendido en algunos artículos, para mí, la base de este comportamiento que consideramos negativo y a erradicar del deporte es, sin duda, la necesidad de formar parte de un grupo, de ser aceptado por los otros, y encajar «como uno más de la tribu».

Como han mostrado ciertos estudios en neurociencias, el origen de este comportamiento se puede rastrear a nuestros orígenes más primitivos, cuando formando parte de pequeñas tribus, la supervivencia de uno dependía de la del grupo. Esto parece haber dejado una cierta impronta en nuestro cerebro, en la parte más primitiva de él: el sistema límbico, que favorece que seamos más empáticos y protectores de los que forman parte de nuestros grupos, mientras que somos reacios a lo externo, por miedo a que ponga en peligro la supervivencia de los nuestros y, por lo tanto, de nosotros mismos. Si nos fijamos, las hinchadas más radicales, o ultras, del fútbol están siempre ligadas a ciertos movimientos sociales o políticos que tienen una estructura gregaria, de grupo cerrado.

Al mostrar un entusiasmo desmedido frente a la mirada de los jóvenes en los espectáculos deportivos, ¿comprometemos su moralidad?

Sí, no hay duda de que lo que un chico ve en sus familiares, amigos, personas que admira, acaba permeando, por esa necesidad que nombraba de formar parte del grupo, en el carácter de los más jóvenes. Mucha gente habla mucho y da vueltas a la cuestión del deportista como ejemplo moral y educador de los niños Sin embargo, esto es comenzar la casa por el tejado. Los primeros a los que hemos de mirar son a los que diariamente comparten la cultura deportiva con ellos, a los que les introducen en el bello mundo del deporte, y aquellos con los que la comparten constantemente, es decir, padres, entrenadores, amigos…

Al comportamiento del hincha deportivo, ¿podemos pensarlo como análogo al del partidario político?

Creo que sí. Precisamente, es a partir de los estudios que existen sobre el comportamiento cerebral de los partidarios políticos y de los seguidores de alguna religión, sobre todo los realizados por Jonathan Haidt, de donde tomé la inspiración de tratar de comprender los mecanismos psicobiológicos, que se encuentran a la base del comportamiento del hincha. En todos ellos, cuando se llegan a extremos, parece que hay una tendencia que se repite: la suspensión del juicio crítico-racional respecto de aquellas cosas que pueden poner en peligro la supervivencia o estabilidad del grupo. Es más, como te decía, muchos de los grupos de hinchas tienen su origen en grupos políticos radicales. La vinculación entre política y deporte es tan profunda que llega hasta nuestras bases neuronales.

¿Por qué cree que las campañas deportivas que han tratado de extender el espíritu del fairplay han fallado?

En primer lugar, creo que han fallado porque, en realidad, la ética no se toma en serio por parte de nuestras instituciones (http://palabradefutbol.com/el-disfraz-de-la-moral-en-el-deporte/). Estas utilizan el lenguaje y el discurso de lo moral como «vestidos» que quedan bien para lucir más, para dar mejor imagen, pero en realidad, no se preocupan por ella. Lo ético vende y da brillo, así que conviene parecer preocupados por lo moral. Por otro parte, como muestro en el artículo que da motivo a esta entrevista, puede decirse que las campañas que se han llevado a cabo no parten de análisis adecuados de la realidad deportiva. Por ejemplo, bien es cierto que juntar a las distintas aficiones en el campo es peligroso, en ciertos casos, extremos, pero lo que también es seguro es que, si desde el minuto cero, establecemos una distinción entre bandos opuestos que deben separarse, no estamos más que fomentando aquello que queremos evitar: la identificación del hincha opuesto como rival a evitar. Los análisis de la realidad se pueden realizar desde muchos ángulos, yo utilizo el neuroético para, a raíz de comprender cómo somos, cómo nos comportamos, tratar de sacar provecho de lo que somos para convertirnos de un modo más sencillo en aquello que deberíamos ser. Sin análisis de base de este tipo, es más complicado llevar a cabo buenas políticas. Hemos de saber lo que hay y cómo somos, conocer el punto de partida y con qué elementos disponemos. Tal y como digo en mi artículo, uno de los caminos para alcanzar unos seguidores más virtuosos es juntarlos, que se escuchen y vean cuánto comparten, que se sientan parte de un mismo grupo más allá del formado por los culés, madridistas, colchoneros, granotas, chés… En este sentido, son de alabar iniciativas como la de Aficiones Unidas que, dentro del ámbito español, pretende establecerse como una agrupación que reúna a las distintas peñas de fútbol con el fin de servir como punto de encuentro. Tenemos tanto en común… pero, por desgracia, tendemos a centrarnos en aquello que nos separa.

En este sentido, plantea la importancia de implementar recompensas que involucren directamente al hincha deportivo, ¿cuáles son?

En sus estudios sobre la formación y establecimiento de hábitos, George E. Marcus, autor de The Sentimental Citizen, ha propuesto que la recompensa es un elemento muy importante para la fijación y establecimiento de estos. Bien cierto es que el comportamiento moral es algo que se debe lograr como fin en sí mismo, es decir, que debe motivar porque se aprecia su valor intrínsecamente, de lo contrario, no es verdaderamente moral. Sin embargo, no creo que una cosa sea excluyente de la otra. Al otorgar premios a aquellas hinchadas que consideremos virtuosas, al principio, estas actuarán con vistas al premio, pero, poco a poco, el comportamiento ideal irá calando en estas personas y se solidificará sin necesidad de ninguna recompensa. El premio es un modo de introducir a los hinchas en una práctica virtuosa. No parece que haya nada de malo en este sentido, de hecho, quizás el incentivo es el modo primigenio a través del que todos aprendemos. Por ejemplo, MacIntyre, en su famoso Tras la virtud, pone el ejemplo del niño que está aprendiendo a jugar al ajedrez. Para que esto sea posible, al principio, damos caramelos al niño cada vez que acepta jugar una partida, pero llega un momento en que el niño, si queda enganchado por el ajedrez, no juega por los caramelos, sino por su apreciación del valor del juego en sí mismo. Lo mismo puede suceder con el seguidor virtuoso. Imaginemos que somos directivo de un club y establecemos un premio a la peña que más anime y cante durante los 90 minutos. El premio será una reducción en el precio de las entradas del 40 % para todos sus componentes en la temporada siguiente. Bien puede ser que, al principio, las peñas lo hagan solo con motivo de la reducción del precio de las entradas, pero, poco a poco, se irán creando hábitos de imitación de estos comportamientos dentro del estadio que no tendrán que ver con el premio, de hecho, si las peñas que compiten por este premio se ven ampliamente aceptadas por la afición de su equipo, acabarán comportándose virtuosamente porque sí, o porque han visto que es lo más correcto en su función de espectador, lo cual sería lo ideal.

A partir de una certeza basada en estudios neuroéticos, que indica que no estamos configurados para «amar» a cualquiera de un modo incondicional, propone herramientas para lograr un mundo deportivo mejor basado en nuestra naturaleza, ¿dónde debemos hacer foco?

La cuestión no es conformarse con nuestra configuración neuronal dada y tomarla como un hecho, sino más bien buscar maneras de llevarla más allá de sí, pero, evidentemente, teniendo en cuenta cómo funciona. Si bien es cierto que parece que nuestro cerebro, hoy, «no está hecho para amar al lejano» de modo incondicional, nuestro cerebro es moldeable, y puede ser que acabe desarrollándose en modos que sí lo permitan. Más aún en una sociedad tan globalizada e interconectada como la nuestra, en la que la distinción entre lo cercano y lo lejano se ha desdibujado mucho. Lo que creo es que este desarrollo ha de realizarse teniendo en cuenta, precisamente, eso que hay; a saber, que parecemos configurados para tener empatía con el cercano, con el miembro de mi comunidad, y a rechazar al que no lo es. Por ello, el modo de actuar, a mi juicio, es el de mostrar a los individuos que formamos parte de comunidades mucho más amplias de aquellas que son más evidentes o que apreciamos de modo más sencillo. En el caso de los hinchas, mi propuesta es que tenemos que incidir en que, más allá de los colores, todos son amantes de un mismo deporte, sea fútbol, baloncesto o hockey. Esta comunidad queda en un nivel superior a la del equipo que defienden y otorga a las diversas hinchadas con elementos de unión. Es cuestión de focalizarnos en lo que nos une y olvidar todo lo que nos separa.

¿Cómo piensa que se puede «administrar» la dualidad de quienes no pertenecen a las facciones más violentas (existente en todos los clubes del mundo) pero que celebran cantos racistas o la victoria de «sus barras bravas» en enfrentamientos cuerpo a cuerpo en medio de un encuentro deportivo?

Lo primero de todo, y si es posible, dejando a los hinchas radicales, a los «barras bravas», fuera de la grada. No debemos dar posibilidad alguna a que el hincha normal se sienta identificado con ellos de la más mínima manera en lo que a su comportamiento se refiere. Grandes clubes españoles ya han tomado esta decisión. Primero, fue la directiva de Laporta en el F.C. Barcelona y, recientemente, Florentino Pérez hizo lo propio en el Real Madrid. En caso que esto no fuera posible, deberíamos tratar de mostrar que los ultras no son verdaderos seguidores deportivos, no entienden de deporte en la mayoría de las ocasiones, sino que son personas que aprovechan el fútbol y el ambiente que se crea, en este caso sí, a modo de liberar su violencia y de hacer lo que más les gusta, gamberrear y festejar. No hace mucho escribí una columna sobre esta cuestión a raíz de la invasión de campo que se produjo en el campo de la Unión Deportiva Las Palmas (http://palabradefutbol.com/cuando-el-jugador-numero-12-pierde-el-partido/). En este caso, puede verse bien el enfrentamiento entre el hincha virtuoso y el que aprovecha el fútbol para otra cosa.

¿Es posible, entonces, alcanzar un modelo ideal de seguidor deportivo?

Estoy convencido que sí, aunque con matices. En su misma naturaleza, el término ideal implica algo que no es de este mundo. Un ideal es más bien algo a lo que tendemos, que pretendemos alcanzar, y quizás no realicemos al completo. No obstante, sí podemos quedarnos muy cerca de él. Esta es la cuestión. Solo hace falta comprometer a todos los estamentos de la comunidad deportiva, con especial mención a la prensa, y hacerles ver que esto de la ética no es un mero disfraz o algo que deba hacerse porque queda bien, sino porque es lo correcto.

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Pilar Ordoñez

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La cultura de un tiempo determinado arroja sus propios malestares. Y en el tercer milenio, parecemos sobrevolar de manera irreflexiva con tal de alcanzar «el bienestar» sin dilaciones. En este camino, ¿qué peso tienen el modelo médico hegemónico, la medicalización y la formación enfática?

Pilar es Psicoanalista y miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana. Autora de Autismo: las familias felices se parecen entre sí, artículo en el que advierte cómo, mediante el DSM V, se intenta «decretar» la existencia de trastornos mentales.

Por Diego Pereyra.

Si tenemos en cuenta la complejidad del mundo actual o la vida moderna, las incorporaciones al DMS V de los trastornos adaptativos, neurocognitivos, de conducta alimentaria y el juego patológico, ¿se pueden leer como una transferencia de lo normal hacia lo anormal?

El DSM V es un sistema clasificatorio que responde a criterios de vigilancia y evaluación. Proviene de ciertas unidades de poder, ¿no? No es un saber, como se pretende, ateórico que no tuviera ninguna orientación. No hay que perder de vista que este manual está hecho por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (American Psychiatric Association [APA]), no por un consejo constituido con los profesionales más distinguidos del mundo. Es un grupo ubicado en una latitud específica.

Como sistema de clasificación, es amplio, es veloz porque cambia según las modas, es global porque influye cada vez en más gente y es variable. Se adapta a las características de una nueva época con mucha facilidad y genera un efecto contagioso en los profesionales. Lo usan creyendo que es un manual de psiquiatría y no tienen en cuenta que, en realidad, solo señalan categorías. Por eso, muchas críticas provienen de profesionales que participaron en la actualización de versiones anteriores. Allen Frances es uno de ellos.

La idea de trastorno mental ha perdido poder de discriminación. Porque la vida es un trastorno mental, según el DSM V. No hay nada en la vida que no sea tomado como un trastorno mental. Y eso va a implicar la medicalización de la vida. Freud hablaba de la psicopatología de la vida cotidiana. Entre comillas, digamos. De este modo, los olvidos, los lapsus y los sueños, por ejemplo, empiezan a ser analizados pero no incluidos como trastornos o enfermedad. Por supuesto, que en la vida hay tristezas y tropiezos pero de ahí a pensar que eso es un trastorno mental, hay un largo camino.

¿Debemos alarmarnos?

No todos los profesionales se guían por el DSM. El problema es que las obras sociales comienzan a exigirlo como un código universal.

Pero, ¿sí puede ser que vayamos cambiando nuestro comportamiento para entrar, o no, a una clasificación?

Es sorprendente como se instalan categorías. Así surge la idea de bipolaridad, por ejemplo. Pero Ian Hacking plantea algo fantástico. Ya sabemos que las clasificaciones son construcciones sociales. No hay nada esencial que las determine. Ahora, ¿cómo se configuran estas construcciones sociales? Responde a diferentes intereses, ¿no? Una de las vías es el «colegio invisible» (APA). Por otro lado, cada clasificación, permite que nos clasifiquemos para ingresar a una matriz. Ser «mujer refugiada» en determinado país te permite acceder, por ejemplo, a la protección de tus hijos o te permite una determinada protección jurídica. Ahora, al ingresar, modificás parte de esa matriz. Cada elemento que ingreso al conjunto modifica, en parte, lo general. Esto es lo que se denomina «efecto bucle».

En épocas de Freud, existía una categoría que se llamaba «crueldad infantil». No se pensaba en el abuso. Cuando la idea de abuso empieza circular por los movimientos feministas, los abusadores recuerdan que fueron abusados. Con eso, se empieza a modificar la misma categoría. Antes, se los consideraba pervertidos y punto. Esto fue posible gracias a la idea de «efecto bucle».

¿Es desacertado pensar que el nuevo DSM incidirá en el ámbito judicial, al poder encasillar ciertas inobservancias a las normas como enfermedad mental?

Como psicoanalista, poco puedo aportar sobre los riesgos legales. Sí puedo decir que la idea o el proyecto del DSM V quitan responsabilidad al sujeto. Pongo un ejemplo más trivial. La tristeza se puede pensar como cobardía moral. La gente que no está dispuesta a seguir adelante con sus deseos, porque piensa que no encaja con las conveniencias sociales, se retrae sobre sus propios deseos y comienza a sentirse triste. El psicoanálisis, en este sentido, y cito a Lacan, hizo un gran corrimiento al incluir la responsabilidad del sujeto. Es decir, nadie es un «pobrecito». Para Lacan, hasta la tristeza tiene una carga ética. Querer retirar responsabilidades al sujeto es un problema.

El concepto de tristeza se ha visto permanentemente manipulado. En un primer momento, este estado no era producto de causas aparentes. Luego, lo han ido asociando a factores externos: status, economía, crisis, relaciones sociales…

Sucede que la han dejado sometida a un sustrato neurofisiológico. O sea, si vos pensás que la tristeza, la depresión, tiene un sustrato neurofisiológico, entonces, se puede curar con una medicación, ¿no? O si solo tiene que ver con una circunstancia social, esto se va a modificar si se cambia esa circunstancia social. Lo que introduce el psicoanálisis es la dimensión ética.

¿Qué herramientas aporta el psicoanálisis ante este «universo» de la salud mental y la medicalización generalizada?

El psicoanálisis introduce, en la cultura te diría, una pasión por hablar pero de una manera muy especifica. No, un hablar por hablar; posibilita empezar a pensar de otra forma. Además, tiene un final el análisis. No es un camino infinito, como las clasificaciones o la medicalización. En los estudios del DSM, no está dicho cuándo termina el trastorno mental ni la prescripción de medicación.

El psicoanálisis aporta algo novedoso a la cultura, como lo es, la singularidad. Se desclasifica al sujeto. Puede ser que uno sea un neurótico histérico o neurótico obsesivo, pero me interesa la posibilidad de encontrar su singular manera de entrar en esa clasificación o salirse de esa clasificación. Freud aporta casos paradigmáticos. Por ejemplo, el conocido «Hombre de las ratas»; no habla de un caso ejemplar de neurosis obsesiva. Es el nombre singular con el que se va a nombrar a esa persona.

¿No tiene nada que ver con la evasión?

Al contrario. El psicoanálisis es una experiencia en la que uno puede encontrar su rasgo más singular. Una manera más satisfactoria de vivir la pulsión.

Creo que, internamente, no tenemos manera de desconocer un rasgo personal…

No es solamente descubrirlo. Es saber usarlo. Al final de un análisis, las personas encuentran un «valor de uso» para ese rasgo que los hace únicos. Digo valor de uso para diferenciarlo del valor de intercambio. Es un rasgo que vale para uno solo y no se puede intercambiar.

Volvemos a los cambios de comportamiento…

Sí. Pero la categoría de comportamiento es más conductual. Lo que intentamos es cambiar el modo de vivir la pulsión. Se pueden vivir las pulsiones de otra manera. Ya no hace falta que vivas a escondida, de contrabando o llorando, porque lo hago, pero me siento mal. Uno puede encontrar el modo de que todo sea más vivible. Encontrar una forma de mal vivir lo mejor posible. Freud y Lacan eran muy escépticos sobre los sueños de felicidad. Sostenían que son momentos, son ráfagas. No es un estado permanente.

¿Vivimos un mundo de azar o determinista?

Sin dudas, hay muchas cosas que están dentro de la determinación. Si consideramos que, cuando llegamos al mundo, somos hablados por nuestra familia, ya tenemos un programa que nos determina. El psicoanálisis es una experiencia que te permite justamente eso, escapar a las determinaciones que vienen del otro familiar, social. Pero tené en cuenta que también tenemos un programa silencioso que determina nuestro modo de encontrar satisfacción. Ese programa también se modifica; con el análisis, encontramos nuevos gustos y podemos desactivar viejas maneras.

¿Eso es lo que Hacking denomina como domesticación del azar?

Exactamente, lo que Hacking propone es que cada vez más pensamos nuestra vida como un programa de probabilidades. La civilización introduce programas y calcula la probabilidad de que algo salga de determinada manera. La probabilidad siempre se mueve en el rango de lo posible. Lo que queda fuera del juego es la categoría de imposible.

Bajándolo a la vida diaria, ¿cómo lo ejemplificaría?

Mirá, el trauma es un buen ejemplo. Para que algo se vuelva traumático, es necesario que te sorprenda, que no esté dentro del programa. Es decir, que cada vez más acontecimientos toman la forma de trauma, porque estamos convencidos de que nos manejamos dentro de cierto rango de probabilidad. A esto se le llama el trauma generalizado y engendra una posición subjetiva muy particular, la del damnificado. Si esperamos que las cosas sucedan dentro de cierto porcentaje de probabilidad, cuando pasa otra cosa inesperada, me siento estafado y solicito mi damnificación. Si una mujer piensa que, a determinada edad, tiene el 90 % de probabilidades de tener un novio, y no lo tiene, entonces, puede reclamar que a ella no le están pasando las cosas como deberían. Es más interesante pensar que es imposible y sobre ese fondo de imposible, quizá, contingentemente, pueda producirse un encuentro que llamamos amor. Pensá que, en el DSM, hay todo un apartado para el tema del stress postraumático.

Siguiendo esta tendencia, ¿llegará el momento en que podamos autoadministrar el DSM?

Dentro de muy poco, esos criterios, en vez de plantearse como una afirmación, que puede ser: «hace tres meses que no puede conciliar el sueño fácilmente» o «su ámbito laboral y social se encuentra deteriorado por este problema», van a empezar a explicitarse en forma de preguntas. ¿Hace más de tres meses que no puede conciliar el sueño fácilmente? Entonces, uno se va a autoadministrar el DSM y se va a poder clasificar sin la presencia de un clínico. Esto, para el psicoanálisis o para otras prácticas clínicas, es impensable. No se puede abolir la figura del clínico.

Si pensamos que, actualmente, un gran número de personas se automedica, ¿estaríamos cerrando el círculo?

Exactamente. Va a ser mucho más simple encontrar cuál es el supuesto problema y escudarse tras de eso. Como estos problemas están definidos con una base neurofisiológica, inmediatamente, nos remite a un medicamento. Si bien hay grandes grupos farmacológicos interesados, lo más preocupante es la tendencia general de la cultura actual a estandarizar, a evaluar y a clasificar. Hay que ver de qué forma el psicoanálisis convive con esto o qué aportes puede hacer a una civilización que quiere pensarse así.

A partir de la publicación del DSM V, ¿qué categorías sufrirán un fuerte impacto?

El autismo infantil va a ser una de las categorías más impactadas. Porque a partir del DSM V, la familia del autismo va a ser tomada como un espectro. Ni siquiera va a haber nombres específicos. Va a haber un gran espectro en donde, con dos o tres rasgos, entrás a un criterio. Bajo, pero un criterio. Es decir, antes para ser autista, necesitabas siete criterios. Ahora con dos, como si fuera un gradiente, entrás a la categoría de autista. Entonces, va a haber una gran cantidad de autistas. Eso va impactar en los sistemas educativos, en los sistemas de asistencia, en la vida de los niños. Al bajar los criterios, baja la especificidad de lo que estamos llamando autismo.

La población medicalizada, ¿va a arrancar de una edad promedio muy temprana?

Por supuesto. Van a medicalizar la infancia. Antes se los medicaba, pero los requisitos eran más específicos.

(Silencio prolongado) Perdón, me quedé pensando. Tengo una nena de tres años. ¿Quiere decir que en un par de meses, a partir de la publicación del DSM V, puede entrar en alguna clasificación?

Sucede con la hiperactividad. Antes, los niños traviesos eran algo natural, podía pasar. Ahora las maestras dicen: «no, estos niños no son traviesos, son hiperactivos». Es decir, esos criterios van bajando en el DSM V. Por eso, para Allen Frances, se ha perdido la capacidad de diagnosticar con el DSM. Más allá de las críticas que podamos hacer desde el psicoanálisis, que es un lenguaje distinto, el problema es que desde adentro están haciendo criticas. El DSM pierde validez y fiabilidad. Por lo tanto, los falsos positivos van a ir creciendo.

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Tamara Pachado

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Tamara es Comunicadora Social y fundadora del sello editorial Los Ríos. La conocí al asistir al Taller de Edición de Libros que coordina en el ámbito de la Universidad Nacional de Córdoba.

Sin desconocer que la esencia del libro se encuentra en la intriga, la emoción, el desparpajo, la idea o el dolor, entre otros menesteres, de un escritor me pareció ilustrativo conocer cuál es la incidencia, en la cultura, de los editores; muchas veces invisibles y en escasos casos, contrahegemónicos.

Por Diego Pereyra.

El escritor produce textos, ¿el editor?

Produce libros. Es un concepto muy antiguo, retomado en el siglo XX por los Estudios Culturales. Sin embargo, ni el lector común, y en algunos casos tampoco el autor, notan esta diferencia.

¿Cabe la figura de interventor de la cultura?

El editor cumple un rol social muy fuerte, muy importante. Esto no se percibe, salvo que alguien haga un estudio de catálogo. Pero lo común es que el lector entre a la librería y busque un escritor, un género y no repare en el editor.

¿Sos consciente de que tu tarea es determinante en la construcción de subjetividades?

Hay editores muy importantes que, incluidos en una industria, construyen subjetividades. Luego, hay pequeños editores que hacen su aporte a una subjetividad lectora, con mayores dificultades, claro.

Pero el editor influye en la visibilidad o invisibilidad de ciertos contenidos…

Básicamente, es la función del editor. Hacer una oferta, una propuesta de lectura, una selección de materiales que podrían, tranquilamente, no salir a la luz. Sin una persona ejerciendo esta actividad, ¿cómo llega un contenido a las manos de alguien? El editor, como parte de su oficio, busca, piensa, qué material, que la mayoría de las veces no tiene por fin ser un libro, sería bueno que termine siéndolo. Material que, además, requiere de mucho trabajo. Hay textos que no están listos para transformarse en un libro. No es sencillo. No pasa por diseñar una tapa y sacarlo a la venta. Una cosa es el original literario y otra cosa es el original editorial.

Además, ¿aporta ideas al texto?

Aporta muchas cosas al texto. También el corrector y el diseñador aportan mucho al texto. El editor, en primer lugar, aporta una mirada sobre qué estructura tiene que tener el texto. Hay algunos escritos que están muy pulidos y tienen mucho oficio en producción escrita, pero de todas maneras requiere ser revisado en cuanto a excesos o repetición de ideas. También se trabaja con los títulos, por ejemplo. Se colabora mucho en el enriquecimiento del texto con la intención de que el lector haga el mejor abordaje posible de la obra. Igual, todo esto debe ser consensuado con el autor. El autor debe asumir que el editor colabora con su texto. El autor, no todos, lo toma como una invasión. En un libro, que es un proceso de trabajo muy largo, intervienen muchos profesionales, o personas con oficios. Cada uno convierte, con su aporte, un texto en un libro.

Personalmente, me gusta compararlo con el cine. Una película es el producto del trabajo de una infinidad de gente. El montajista, el musicalizador y el director de fotografía, entre tantos, aportan a la construcción de la obra. Y la industria destaca solo el director. Lo que intento explicar es que es el producto del trabajo de mucha gente. Con el libro, sucede lo mismo.

Así como fuimos aprendiendo a pararnos desde otro lugar frente a la prensa, ¿puede ser que debamos realizar el mismo ejercicio antes de comprar un libro?

Hago ese ejercicio. No tanto por el editor, si por el sello editorial. Sé que editoriales mienten.

También con los libros, ¿se opera para instalar un sentido común?

Claro que sí.

Aunque parezca obvio, me parece bueno resaltarlo. Porque si Clarín o La Nación compran radios o diarios menores se habla de conglomerado mediático. Ahora, Carmen Balcells y Andrew Wylie se fusionan y la noticia es: «Vienen a hacerle frente a AMAZON, APPLE y GOOGLE».

La concentración sucede en todo los planos de la actividad económica. Incluso en la producción de bienes culturales. La concentración editorial lleva un siglo. En la década de los 80, se acentuó en todo el mundo. En Argentina, 2 o 3 grandes grupos compraron el 75 % de la producción nacional. Uno de ellos es el grupo Berstelmman (Alemania), que produce el 70 % de libros en español. Este grupo, además, produce para el mercado del entretenimiento; o sea, hablamos de cine, música, revistas etc. Cuando en realidad, uno cree, que el sector editorial está vinculado solo a la difusión de conocimiento, de ideas, a la educación. Los grandes grupos dedicados a la producción de textos escolares están también dedicados al mundo del entretenimiento. Se ocupan de los videos juegos y la tecnología. Por eso, la presión para producir libros digitales. Es una presión tecnológica de grupos que producen tecnología; no de una real inserción o de una real existencia de un lector digital, que existen, pero creo que tiene que ver más con una presión tecnológica que con una necesidad real de leer en este soporte.

¿Te molesta que, ante la posibilidad del anonimato, a la hora de comprar un libro en Internet, «Mi Lucha» de Adolf Hitler se encuentre entre los e-books más vendidos?

Me parece que no es malo que uno tenga de todo para leer. Pero pensando en el juicio crítico, ¿no? Hubiera preferido que la humanidad no lo necesite; sin embargo, la humanidad lo produjo. Hitler viene a marcar un antes y un después en la idea de la modernidad. La idea de que el hombre con conocimiento puede ser más libre, evidentemente, no cierra. Porque el hombre con conocimiento también puede hacer eso.

Volviendo a las pequeñas editoriales, ¿son las únicas que nos pueden brindar buena literatura?

Eso es un mito. Las grandes editoriales también producen gran literatura. Sucede que compran editoriales con trayectoria y gran catálogo, o toman a aquellos escritores que ya han tenido éxito y no tienen más que potenciarlo.

Siempre pensé que los best-sellers contribuían solo a intereses comerciales o de entretenimiento…

No. Por ejemplo, la historia de Harry Potter es maravillosa y ha sido producto de un brutal merchandising. Lo mismo sucede con otros libros que, para mí, no son tan buenos. Cada uno tiene un umbral respecto del placer que le da la lectura y eso no se puede cuestionar. Sí, creo que el editor debe hacer una propuesta de calidad de lo más alta que pueda. Una cosa es el lector y otra el editor que le hace una propuesta. Hay temas que, de entrada, se descartan en una editorial cuyo objetivo principal es el retorno económico.

¿Hay algún autor o género sobre el cual te gustaría trabajar pero por diferentes razones presumís que nunca lo harás?

Me gustaría tener una gran colección de novelas. Pero el mundo de la novela está alimentado por los grandes sellos. No pienso que nunca lo podré hacer. Porque no tengo miedo a buscar un espacio, al contrario, me gusta construir nuevos caminos, buscar el destino de un libro.

Sin querer decirlo, me decís que el mercado te impone reglas…

No estoy exenta a eso. Los libros se venden en una librería. Y estas también fueron victima de la concentración. Por lo tanto, también las bocas de expendio están manejadas por alguien que decide qué oferta, qué propuesta, se le hace al lector. No puedo ser proveedor de Cúspide, por ejemplo, porque no toman a proveedores pequeños. Tampoco puedo vender en Yenny – El Ateneo. Vos cuando querés comprar un libro para regalar, ¿a dónde vas? ¿A Macao? Seguro que no. O, si querés comprar un disco, ¿vas a Grito Sagrado? No. Vas a Musimundo. Vas a una cadena que tiene 20 sucursales en el país. Esto no quiere decir que no haya pequeños actores intentando hacer una propuesta interesante. De hecho, en eso estamos.

Hablas de propuestas (y resistencias), y pienso en Divinsky, ¿me contás la anécdota que tenés con él?

Daniel Divinsky es uno de los pocos editores que no vendió su sello. Siempre lo miré desde el lugar de la admiración. Todo el mundo lo frena para saludarlo, para felicitarlo, y a pesar de cruzarlo hasta 4 veces por año (durante años) en alguna feria de libros, me daba mucha vergüenza saludarlo o decirle que había leído sus libros. Incluso podría haberle hecho una entrevista. Imaginate tener la historia de la edición argentina a través de mirada de Divinsky. En todo el mundo saben quién es Daniel Divinsky o conocen a Ediciones de la Flor. Además, como siempre está rodeado de gente, fantaseaba con que podría estar cerrando algún negocio. Y el año pasado, durante un vino de honor en la feria del libro de Fráncfort, en un momento, se queda solo, entonces, me acerco y le digo: «Daniel me gustaría sacarme una foto con usted». Y me responde: «Vine hasta acá, solo para sacarme una foto con vos».

¡Qué divino! Discúlpame si te incomodé un poco, pero viste que algunas historias, aunque las conozcas, son más placenteras al escucharla en boca de uno de los protagonistas. ¡Te agradezco! Sacando esto, creo, hemos reducido la charla a los límites del mercado. ¿Querés resaltar algo respecto de la tarea del editor?

Sí, pienso que los editores podemos hacer nuestro trabajo con inteligencia, y buscando oportunidades, para poder vivir de esto sin sentir el peso de la economía. También es tarea nuestra, convencer al autor de que uno es capaz de llevar ese proyecto adelante, y que vamos a hacer que ese libro llegue a la mayor cantidad de manos posibles. Porque el autor es el primero en querer llegar a la mayor cantidad de lectores posibles. Ahí se traslada un sueño, un deseo, una seguridad en la tarea que uno puede hacer que excede lo macroeconómico. El secreto es apostar a hacer lo que uno quiere.

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Esperanza Molleda

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Esperanza es Psicoanalista y Directora de la Biblioteca de Orientación Lacaniana de Madrid.

Me interesó de sobremanera su ensayo Felicidad y psicoanálisis, en el que explica cómo, a través de los años, la felicidad se ha convertido en un factor político, y el psicoanálisis emerge como agente de discernimiento.

Por Diego Pereyra.

Nos introduce a su trabajo con una premisa de Freud que indica que el propósito de vida del hombre es la felicidad, ahora bien, esta felicidad, ¿es espiritual o material?

«La felicidad» tiene algo de concepto vacío. En el sentido que habla Ernesto Laclau, es una palabra que invita a que cada uno la rellene de manera distinta. Así que, cuando la utilizamos, creemos estar hablando de lo mismo pero, sin embargo, estamos haciendo referencia a una diversidad considerable. Y es, precisamente, este carácter escurridizo del término el que lo vuelve, por un lado, muy útil para definir un objetivo aparentemente común pero, por otro lado, en cierta manera opresivo, ya que uno no sabe nunca muy bien cómo alcanzarla, ni cómo ayudar a otros a alcanzarla.

Cuando el poder político de los países occidentales y occidentalizados asume la tarea de extender «la felicidad» a todos los hombres, a partir de las revoluciones de finales del siglo XVIII, el primer esfuerzo consiste en conseguir unas condiciones materiales de vida menos penosas para sus ciudadanos. El hambre, la miseria, la enfermedad eran la tónica general en la que vivía la mayor parte de la población. Pero conforme se iban adquiriendo cuotas de bienestar material y, precisamente, por el carácter escurridizo del término, la exigencia de «felicidad» se fue ampliando a todo tipo de ámbitos: relaciones familiares, de pareja, satisfacción en el trabajo, en el ocio, aspecto físico, etc.

De todas formas, con la llamada «crisis económica» de los últimos años, al menos en Europa, el proyecto político de extensión de la felicidad ha caído. Incluso, el poder político y financiero se guía por la idea de que las poblaciones han gozado de un exceso de «felicidad» que ha supuesto una carga financiera insostenible para los estados. Por ello, deben «recortarse» los apoyos públicos que se daban para la conseguir el bienestar de los ciudadanos.

Al emerger la felicidad como un factor político, ¿deberíamos revisar entonces lo planteado desde la psicología, donde esta se relaciona más con el propio carácter que con cuestiones externas?

La felicidad es un estado subjetivo pero el ser humano básicamente está desorientado respecto de la manera en que puede conseguirlo, por ello se generan discursos externos, a los que se adhiere con esperanza, que pretenden guiarle en el camino.

En Occidente, la religión cristiana supuso esta orientación predominante durante muchos siglos, y en su fusión con el poder político indicaba el rumbo a seguir para lograr la satisfacción que consistía en estar ganándose la salvación tras la muerte. Una vez desligado el ideal religioso del poder político, tras la Revolución Francesa, y una vez que fue puesto en cuestión el programa de la salvación de las almas más allá de la vida, todo el peso de la organización política se dirigió a buscar la satisfacción en la vida. Esto es lo que le llevó al político revolucionario francés Sant Just a afirmar que la felicidad se había vuelto un factor de la política, tal como nos recuerda Lacan.

Foucault supo captar que, mientras en el Antiguo Régimen, el poder del soberano consistía en decidir sobre la muerte de sus súbditos («hacer morir»), en el estado moderno, el poder fue paulatinamente preocupándose por «hacer vivir» a sus ciudadanos de determinada manera en nombre de su propio bien. En la educación, en la medicina, en el cuidado del cuerpo, en la psicología se han ido desarrollando, desde entonces, cada vez más técnicas, más disciplinas, más literatura que señalan cuál es la manera idónea de alcanzar el bienestar.

¿Cómo nos afecta esta disposición permanente a buscar la satisfacción a partir de la política?

Los poderes políticos intentan regular cada vez más todas esas maneras en las que se supone que se va a alcanzar el bienestar tanto a través de disposiciones legales como a través de las llamadas campañas de sensibilización. El concepto de salud tiene, en este sentido, un valor fundamental, ya que parece que, en nombre de la salud, se puede pedir a los ciudadanos que hagan o dejen de hacer todo tipo de cosas: comer tales cosas y tales, no; organizarse el trabajo y el descanso de determinadas formas, relacionarse con los semejantes de determinadas maneras y no de otras, etc.

Esto lleva a las personas a un constante estado de no estar haciendo lo correcto para estar bien. Las personas llegan a la consulta del psicoanalista sufriendo por no poder adecuarse a todas esas regulaciones con las que se ven bombardeadas en nombre de su propio bien. Freud dio el nombre de superyó a esta instancia psíquica que nos recuerda, continuamente, que no hemos sido lo suficiente buenos.

En este sentido, el hecho de que la política haya tomado como suyo el objetivo de que los ciudadanos estén bien, implica que, a través de muchos medios externos, los sujetos ven redoblados, continuamente, los mensajes de su propio superyó, lo que supone una importante carga de sensación de fracaso y de angustia.

¿Puede ser que, en este escenario, generemos en cierto modo una ética acomodaticia?

No lo creo. Creo que tener una ética más o menos acomodaticia no depende tanto de las circunstancias externas como de la disposición personal. Hay personas que en circunstancias realmente adversas tienden a ser acomodaticios y a no luchar por ningún cambio, mientras que, por otro lado, hay personas que incluso cuando se sienten muy satisfechas con su vida siguen buscando nuevos caminos por los que seguir.

Lo que sí es cierto es que una política, en la que la felicidad de los individuos juega un papel tan importante como en Occidente, genera una ética en la que la comodidad es un valor muy apreciado, a veces demasiado.

¿Cuál considera que es el rol o la responsabilidad del psicoanálisis ante el divorcio del estado y la iglesia con la sociedad en un contexto de permanente búsqueda de la felicidad?

La invención freudiana del psicoanálisis se produce en este mismo caldo de cultivo en el que la felicidad se ha vuelto una cuestión fundamental para la organización de nuestras sociedades y en el que la ciencia es el camino para desarrollar un saber al respecto. Freud no duda en sostener la idea de felicidad como búsqueda del placer y evitación del displacer, y propone el psicoanálisis como una terapéutica científica. Pero la particular posición de Freud de no retroceder ante lo que encontraba en su práctica hizo del psicoanálisis una propuesta divergente del orden establecido.

Cuando los psicoanalistas invitamos a los pacientes a hablar con el mínimo de restricciones acerca de lo que les pasa y las causas de su sufrimiento, encontramos un conflicto básico entre lo que son, lo que pueden ser, lo que les ocurre, y lo que creen que deberían ser según distintas «restricciones» que han ido haciendo suyas y que provienen de la «cultura» en sentido amplio (de las palabras de las personas amadas, de la educación, de la religión, de la política, de los mass media, del cine y de la literatura).

Desde una perspectiva bastante extendida, se cree que el quid de la cuestión es entonces liberarse de esas «normas restrictivas», alcanzando entonces la felicidad de «ser uno mismo». El problema es que el sujeto está hecho de esas mismas restricciones que ha ido haciendo suyas y que no hay ninguna esencia pura del sujeto que haya sido ahogada por las condiciones externas y que deba ser liberada.

En esta difícil encrucijada, en la que uno está hecho precisamente de aquello que le hace sufrir, es donde el psicoanálisis le ofrece un lugar al sujeto para que pueda desenredar de qué están hechos sus deseos y sus sufrimientos, y poder situarse de otra manera ante ellos, sin padecimiento.

¿Puede ser que busquemos en el psicoanálisis la manera de evadir o justificar la realidad de las cosas?

Más bien todo lo contrario. La apuesta terapéutica del psicoanálisis tiene que ver con enfrentarse con lo más real de uno mismo y de las circunstancias que le han tocado gracias al apoyo en la transferencia hacia la persona del analista. La experiencia de un análisis permite conocer lo que nos ha marcado singularmente a cada uno de nosotros y que tiene efectos en nuestra vida, especialmente, cuando no somos conscientes de ello. En el mismo proceso de ir conociendo estos determinantes, los sujetos van cambiando su posición respecto de ellos.

En este sentido, pasar por un psicoanálisis permite no solo modificar en nosotros mismos aquello que nos hacía sufrir, sino también nuestras relaciones con los demás y con la realidad externa; nos permite asumir las limitaciones que estas condiciones externas pueden imponernos, sin dejar, por ello, de seguir trabajando en el sentido que nos guie nuestro deseo.

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Patricia Brunsteins

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Patricia es Doctora en Filosofía, autora del libro La psicología folk. Teorías, prácticas y perspectivas y forma parte del Grupo de Investigación de Empatía de la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC).

Generalmente, participamos en conversaciones donde la indignación y el reproche carcomen cualquier alternativa, por eso, acudí a ella para poder dilucidar cómo funcionan los aspectos afectivo, cognitivo y moral de la empatía; comportamiento intersubjetivo que propone aplicar como herramienta de una sociedad más justa.

Por Diego Pereyra.

¿Qué es la empatía?

La empatía es una capacidad intersubjetiva que tenemos todas las personas. Lo explicaría como una construcción compuesta por un aspecto afectivo que se da entre el «Yo» y el «Otro», junto a un aspecto cognitivo que nos lleva a diferenciarnos del «Otro». Me permite conectarme con el otro por lo que le pasa pero sabiendo diferenciar que es el «Otro» y no «Yo». Por lo tanto, necesito flexibilidad mental para ponerme en la perspectiva del otro sin confundirme. Cuando uno no logra esta diferenciación, sucede lo que se llama «angustia personal», que más que producir empatía, te termina encerrando en vos mismo y no llegas al «Otro». Esto ocurre porque lo ligamos con hechos de la memoria que tenemos almacenado y nos sumerge en la angustia. Cerramos la posibilidad de acercarnos al otro.

No obstante, hay quienes defienden la idea de que la empatía no es solo comprender y sentir como el «Otro», sino también actuar por el otro. Pero creo que la empatía es más neutral. Sí, quizá posibilita ayudar al otro.

¿Cómo se vincula la empatía con la neurona espejo?

Cuando se habla de empatía motora, se está refiriendo a lo que pasa a nivel neuronal en el sujeto. Se dice que cuando uno ve a alguien ejecutar una acción, se le activan las mismas neuronas, como si estuviera, efectivamente, ejecutando la acción pero no la actúa. Sería como una activación off-line. Esa activación neuronal es la base de la empatía a nivel personal. Pero también, el fenómeno de las neuronas espejo es la base de varios fenómenos intersubjetivos más. El contagio emocional también te produce lo mismo. Frans de Waall habla de un modelo similar a aquel de las muñecas rusas, en donde el núcleo corresponde a lo que él denomina módulo de la percepción-acción. La activación neuronal, sobre la cual se asienta el contagio emocional, la empatía, la toma de perspectiva y la lectura de la mente, etc. están representadas por las distintas muñecas pero todas provienen de la misma base neuronal.

Además de lo racional y emocional, ¿importa el contexto?

Por supuesto. Imaginate una mujer que está por parir. Como mujer, naturalmente empatizo con ella, que se encuentra dolorida. Ahora, no es lo mismo pensar en una mujer que no conozco a una que sea una compañera de trabajo o inclusive mi hija. Peor aún sería el caso de que yo sepa que mi marido me engaña y que la que está por tener un hijo es su amante. En este caso, voy a odiarla; pensaré: «que le duela». ¿Entendés? Hay muchas cuestiones en juego. Por eso es que la empatía se modula no solo atendiendo a los aspectos emotivos y cognitivos sino también atendiendo al contexto. La intensidad se modula además a partir del contexto.

¿Desde cuándo empezamos a empatizar?

Hay investigadores que dicen que a los 2 o 3 años de vida empezamos a demostrar empatía. Pero, estos comportamientos, en realidad, son comportamientos de ayuda. A los 5 o 6 años, cuando se empieza a desarrollar el modulo de teoría de la mente, la empatía es más sofisticada. Se advierte que hay una tendencia a ser empático con el otro porque, aparentemente, ha sido una capacidad favorecida por la selección natural. La evolución nos ha hecho empáticos porque sobrevivimos mejor en grupo que solos. La empatía es facilitadora de las relaciones intersubjetivas. Por eso es que digo que la empatía no corresponde solo al nivel motor o automático. La empatía se enseña. En educación, uno podría utilizar la empatía para mejorar las relaciones con los demás.

¿Como un modelo de vinculación?

No sé si es un modelo es sí mismo y si es posible hablar de modelos de vinculación. Lo que propongo es que dado que somos seres empáticos, utilicemos a la empatía como una herramienta para promover conductas o comportamientos prosociales. Dado que es posible aprender, desarrollar y mejorar, esta capacidad sería un elemento, entre muchos otros, q ue se debe considerar en la construcción de un modelo de sociedad más tolerante a las diferencias sociales, de género, política, religiosa etc.

¿Es por todo esto que contempla a la empatía como una herramienta más para promover los derechos humanos?

Exactamente. Visitando el espacio de la memoria en la ex D2 de la Policía (ciudad de Córdoba) y explorando la escultura de Menashe Kadishman, llamada Fallen Leaves (Hojas caídas) en el museo judío de Berlín, me di cuenta que es posible pensar que son espacios generados en donde la empatía está presente como un elemento en la construcción de estos espacios. Se puede ver la presencia de los tres componentes de los que antes hablábamos. A veces, uno está tan metido en sus cosas que no nos permitimos ver que hay otras personas a nuestro lado. Por eso me enfoco en los museos o espacios de la memoria que, además de mantener viva la historia, nos permite identificarnos con aquel pasado o, mejor dicho, con quienes lo sufrieron.

Entonces, ¿no es un bien solo reservado para los seres altruistas?

Todos tenemos empatía pero es una capacidad como cualquier otra. La poseemos, de ahí a desarrollarla o activarla, hay un largo recorrido. Hay una serie de factores que posibilitan la empatía. Baron Cohen, en uno de sus libros, destaca una frase de Hanna Arendt acerca de la banalidad del mal en el juicio a Eichmman. Se pregunta por qué hay un mal radical en el mundo. Y dice: «voy a dar una respuesta científica: hay mal en el mundo porque no hay empatía». Él propone una gradación de niveles de empatía desde el 0 al 6. Hay gente que tiene empatía 0 y otras tienen empatía 6. Inclusive hay gente que es superempática. También hay algo interesantísimo. Podemos dirigir la empatía hacia uno y no hacia otros. Esto se ejemplificaría con los soldados nazis que se abrazaban con sus seres queridos antes de salir de su casa para ir a quitar vidas a un campo de concentración. Esa es la muestra más clara del trato del otro como objeto o sujeto. Así es que hay sociedades que promueven la empatía y otras que no. Creo que debemos ser generadores de mecanismos que promuevan la empatía

¿Qué papel vienen a jugar los prejuicios?

Al ser la empatía producto de una relación intersubjetiva, entonces lo que hace el prejuicio es tapar, frenar esa relación. No te permite ver lo que realmente es la persona.

¿Puede ser que desde los medios de comunicación se sostengan nuestros prejuicios?

Todos tenemos como un background de ideas inconscientes. A veces, formamos prototipos o modelos de personas y nos ajustamos a la vida según lo que creemos o lo que queremos creer.

Los medios de comunicación no son la excepción, pero, al mismo tiempo, son ellos los que podrían ayudar muchas veces a evitar prejuicios nocivos para la sociedad, con empatía, como una pequeña herramienta más, entre otras.