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Vergara Estévez

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Vergara Estévez es Doctor en Filosofía e investigador de la Universidad de Chile. Sobre la base de la experiencia chilena nos ilustra respecto de la conflictiva situación política que atraviesa actualmente la democracia y la sociedad Latinoamericana. Con énfasis remarca: «Hay que democratizar nuestras democracias»

Por Diego Pereyra.

En gran medida, en Sudamérica, se plantea una disputa entre el estatismo, intervencionismo y garantismo jurídico, y un poder antiestatista, neoliberal y privatista. Sin embargo, por ejemplo, en materia de política energética (pude haber dicho financiarización [FMI – Club de Paris], industria bélica etc.), se requiere de estos poderes para la estructuración y el funcionamiento de los servicios. Me pregunto entonces, en este escenario de contradicciones y coerciones, ¿es posible la emancipación social?

Efectivamente, en Sudamérica hay un debate entre las posturas neoliberales de las elites empresariales y de las elites políticas asociadas a ellas con los sectores que sostienen la necesidad de «democratizar» nuestras democracias, ampliar efectivamente la participación política de los ciudadanos, disminuir las desigualdades que siguen creciendo en la mayor parte de los países y asegurar el cumplimiento de los derechos económico-sociales que cada uno de los Estados sudamericanos se comprometió a cumplir. Los primeros son sectores minoritarios, su núcleo es un 1 % que acumula «lo que necesita el 99%» como dice Stiglitz. El modelo de desarrollo neoliberal ha fracasado en nuestros países, e incluso en Chile que es «el laboratorio del neoliberalismo». Cuarenta años después de las reformas neoliberales tenemos un sistema educativo segmentado y en crisis que reproduce la desigualdad, de bajos índices académicos y a nivel terciario muy caro con endeudamientos a 20 años. La salud pública es muy deficiente y la previsión privada es pésima. En cambio, desde el 2002 al 2013 han aumentado de 2 a 13 los multimillonarios, cuyas fortunas superan los 1.000 millones de dólares, según Forbes. Este es el verdadero milagro económico chileno.

Si bien se critica al hombre económico como estereotipo de la escuela neoclásica de economía, históricamente, los gobiernos oficialistas, ante una crisis económica, han perdido el poder en las urnas. Por lo tanto, ¿sobre qué bases es cuestionable el supuesto de que todos los individuos actúan siempre movidos por la búsqueda de su propia satisfacción?

La concepción del hombre como ser económico proviene de Locke y de A. Smith. El primero creía que Dios había creado a los seres humanos con una racionalidad económica de mercado, y Smith creía que tendemos naturalmente al intercambio económico. Los neoliberales, Hayek y Friedman, piensan que todos deberíamos actuar de acuerdo al principio de la maximización de ganancias y minimización de los costos, que eso es lo mejor para cada uno y para la sociedad. Sin embargo, Hayek, el principal teórico del neoliberalismo sostiene que la mayoría está motivada por atavismos (herencias genéticas arcaicas) y tendemos a actuar por solidaridad, compasión, cooperación y sentimientos de justicia social. Incluso sostiene que estas conductas son necesarias para la reproducción de las familias. Los seres humanos actuamos de acuerdo a diversas motivaciones: políticas, afectivas, culturales, artísticas, nacionales, religiosas, de búsqueda de poder y de placer en sus diversas formas, como lo han demostrado Hobbes, Freud, Foucault entre otros. El «individualista posesivo» que vive para ganar, acumular y consumir es una figura histórica socialmente construida de los últimos dos siglos.

Se postula que los medios de comunicación, en general, y la publicidad, en particular, nos condicionan y disciplinan. ¿Cabe alguna responsabilidad del Estado?

Los medios comunicativos, cada vez más diversificados, y la publicidad influyen de modo importante en la formación de nuestra subjetividad, potenciando las tendencias al conformismo y a la pasividad. Sin embargo, no logran disolver el creciente malestar de los ciudadanos frente a los sistemas políticos y económicos, y sus principales instituciones, tanto en Sudamérica como en varios países europeos. Desde el 2011 los movimientos sociales han derribado dictaduras que se creían estables como la egipcia y otras, y han cambiado las subjetividades políticas y sociales agudizando la crisis del sistema institucional público y privado como en Chile. Los Estados tienen responsabilidad respecto a la influencia negativa de los medios de comunicación social, en muchos casos por omisión, pues han permitido su acumulación y creciente control de los medios por los grupos económicos; produciendo el debilitamiento o término de los medios de comunicación públicos y no poniendo límites a la expansión de la publicidad.

En términos de filosofía política, ¿hasta qué punto los gobiernos progresistas utilizan (o no) las reglas del juego del capital para mercantilizar el voto (inclusión material vs. exclusión moral)?

Los gobiernos progresistas, frecuentemente, permiten que los grupos económicos inclinen los resultados electorales mediante la inversión en propaganda, sin hacer un esfuerzo de hacer trasparente dichos financiamientos. Estos son procedimientos que alteran la competencia política y que potencian a los partidos políticos asociados a las grandes empresas. Dichos gobiernos debían potenciar la educación para la democracia de modo que los ciudadanos actuaran reflexivamente a la hora de votar, y disminuyera la influencia de la hábil propaganda política de los candidatos neoliberales, diseñada con frecuencia por las mismas empresas que hacen la publicidad de las trasnacionales.

Teniendo en cuenta las profundas desigualdades sociales y los considerables niveles de pobreza, a los proyectos sociales, ¿debemos pensarlos como «no realizados aún» o como instancias «no realizables»?

Popper decía con razón que no se puede conocer lo que sucederá en el futuro. Hay, ciertamente, diversas tendencias en oposición, pero el futuro no está determinado, depende de lo que hagan las diversas fuerzas sociales. Los gobiernos postneoliberales en América del Sur han logrado, en distinta medida, disminuir los niveles de pobreza, pero aún esta es muy profunda. Una gran lucha será disminuir los niveles de desigualdad en nuestro subcontinente que son muy altos, especialmente en algunos países como Brasil, Panamá y Chile que están entre los más desiguales. Las reformas neoliberales de las últimas décadas han aumentado el crecimiento, pero también las desigualdades y el desequilibrio ambiental. El arte de la política, dice Hinkelammert, es hacer lo que parecía imposible. La expresión habitual de que «la política es el arte de lo posible», es muy cómoda para los gobernantes, pero tiende a convertir la política en la administración del orden recibido. El caso paradigmático es el de Chile, donde la constitución y el sistema legal que rige la vida política y económica provienen, casi sin modificaciones sustantivas, de la época de la dictadura que terminó hace casi 25 años.

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