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Gloria Gitaroff

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Gloria es Psicoanalista y Escritora. En su blog, se presenta como ávida y desordenada lectora de literatura e investigadora de las dificultades que aparecen a la hora de escribir.

Esta pasión por las palabras me impulsó a consultarla sobre los puntos de encuentro entre literatura y psicoanálisis, y sobre Internet y las nuevas formas de lenguaje.

Por Diego Pereyra.
Imagen: Alejandra Tibaudin.

El psicoanálisis, de algún modo, ¿se encuentra enraizado en la literatura?

Me voy a detener en este aspecto del psicoanálisis pero no quisiera que se malinterprete. El gran valor del psicoanálisis está ligado al conocimiento del psiquismo. Es más, si a Freud le interesaba la literatura, además del placer que le proporcionaba, era porque lo llevaba a comprender al ser humano a través de los escritores, que aún sin proponérselo, son grandes buceadores de lo inconsciente.

El tema de la relación entre psicoanálisis y literatura me interesa especialmente. Escribí un ensayo que se publicó en la Revista Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Lo llamé De Freud el escritor a Freud el psicoanalista porque considero que la condición de escritor de Freud le otorgó al psicoanálisis una cualidad muy especial, mucho más cercano a la literatura que a la medicina, sin perder su cualidad de disciplina científica.

Algunos de sus lectores, como Julio Cortázar por ejemplo, dijeron haberlas leído porque le interesaron, especialmente, como piezas literarias.

Las huellas de Freud, el escritor, en el psicoanálisis se encuentran en su obra. Mencionaré, por ejemplo, la «asociación libre». Freud le decía a sus pacientes: «hable de todo lo que se le ocurra»; seguro era el modo de pesquisar lo inconsciente, y la transformó en regla técnica fundamental. La tomó del poeta Schiller, es decir, de la literatura y no de la medicina.

Si tuviera que trazar un puente entre el psicoanálisis y un género literario, ¿con cuál lo haría?

Freud abarcó un número inusitado de géneros, desde el epistolar a los tratados científicos, desde la biografía a la autobiografía, y esa otra combinación sui generis de autobiografía con tratado científico, que es su libro La interpretación de los sueños.

Además del ensayo, el género que utilizó recreándolo fue sin duda la novela, pero no a la manera de las novelas de su época, sino anticipándose a la novela erudita actual, salida de los claustros universitarios. «El nombre de la rosa», de Umberto Eco podría ser un buen ejemplo, al incluir reflexiones que provienen de la crítica literaria, o de materiales no literarios que se convierten en literarios a partir de su inclusión en la trama narrativa.

Es más, Dora o Juanito terminaron convirtiéndose en personajes de la literatura y trabajados por otros autores para la realización de otros textos u obras de teatro.

¿Por qué necesitamos contar en las redes sociales lo que a diario nos sucede?

Contar por escrito lo que nos sucede tiene larga data. Lo que ha variado es el interlocutor, hoy masificado. Antes se contaba en las cartas, que tenían un destinatario elegido como confidente, o en los diarios íntimos, que se dirigían a sí mismo, aunque se tuviera la secreta esperanza de que alguien los leyera algún día. Incluso los adolescentes a veces dejaban «olvidado» su diario para que los padres se enteraran de ciertas cosas que no les decían directamente.

Quienes eligen contar acontecimientos (alegres o infelices) de su vida en las redes sociales, ¿experimentan una instancia terapéutica?

La escritura puede tener un efecto de comprensión y elaboración psíquica de contenidos conscientes o inconscientes o negados, porque los pensamientos y los afectos, al ser leídos en un texto propio, cobran otra dimensión. Al recorrerlos con la vista, vuelven, por así decir, a tener la oportunidad de ser aquilatados mediante esa otra vía de acceso y de retorno. Para que esto suceda, se requiere una intención de sinceridad, de reflexión. Muchas veces en las redes sociales lo que se busca es el exhibicionismo, más que la propia comprensión de lo que le sucede al que sube contenidos.

A mi modo de ver, contar lo que nos sucede en las redes sociales no es un fenómeno universal. Algunas personas encuentran en las redes sociales un modo de expresarse. Además de un modo acción, el que se cumple al enviar no solo impresiones, sino testimonios gráficos de acontecimientos colectivos en los que participó, o reenviar noticias o reflexiones de otros con las que acuerda. Incluso, de hacer convocatorias para participar de protestas o apoyar ideas, personas o grupos.

Otros la utilizan para dar cuenta de acontecimientos de su vida privada, estados de ánimo a sus «amigos», que están conectados, o lo harán, y esperan sus respuestas para entablar un diálogo escrito.

El fenómeno de las redes sociales es múltiple y, como sucede con la web en general, cada uno encuentra el modo de hacer uso de ellas, o simplemente de ignorarlas, lo cual no es tan fácil, debido a que, en algún momento, se verá empujado por alguna circunstancia a no quedarse afuera.

Hay quienes están decididamente en contra de estas formas de comunicación.

El uso sensato de las redes sociales o de Skype ha permitido fenómenos nuevos, como el de que seres queridos que se encuentran lejos se reencuentren. Incluso, muchos han encontrado al amor de su vida.

Ese gran reservorio de conocimiento que son los buscadores, ha llevado a los lugares más distantes una cultura, de otro modo, imposible.

Lamentablemente, también está el costado oscuro, el uso malvado y dañino del que hay que cuidarse. Pero en la vida real, es decir no virtual, también sucede.

¿Puede ser que haya una proyección narcisista en este hábito?

Buscar aumentar el narcisismo en las redes sociales, o en las fotos que subimos de nuestro mejor perfil, es efímero y volátil.

A veces, releo mis publicaciones en Facebook y advierto una profunda volatilidad; ¿cómo entiende este comportamiento?

Posiblemente tenga que ver con la inmediatez para dar a conocer pensamientos o sentimientos en estado de evolución, o directamente irreflexivos. Los estados de ánimo son más o menos fluctuantes, se modifican desde nuestro interior, o desde afuera, es decir desde del mundo exterior con el que siempre estamos en interacción.

La saturación de signos culturales implica riesgos. ¿Cuáles son? ¿Qué comportamientos debemos adoptar?

Uno de los riesgos es caer en la adicción. Esto hace imposible no responder inmediatamente un mensaje de Facebook, Twitter o del celular. Nos distraemos de las situaciones reales, y, en lugar de disfrutar de la presencia de un amigo, por ejemplo, apenas le prestemos atención y cambiamos el calor de la vida por la pobreza de la tecnología, que, obviamente no nos permite sentir la proximidad.

La felicidad no es en la vida algo continuo. Se tienen momentos de felicidad, que son valiosos, se atesoran y recuerdan. Estar conectado todo el tiempo en busca una felicidad continua, no es demasiado distinto a buscar en otras adicciones un seguro contra la frustración, un estado de bienestar permanente, e imposible. Por eso los desengaños informáticos (pocos me gusta, respuestas que no son las esperadas) son muy penosos, porque son, en principio, inconcebibles.

Por otra parte, al faltarle la gestualidad a lo que escribimos, se generan muchos malentendidos; por más emoticones que se le agreguen. Es importante discriminar qué conviene reservar a la tecnología y qué a lo que diremos con nuestro interlocutor compartiendo el mismo lugar y tiempo.

Todos conocemos desde siempre el sabor amargo del arrepentimiento por haber lastimado a alguien, o por habernos apresurados a decir cosas con las que, luego, no estamos de acuerdo.

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Sergio Romero Chamorro

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@roigres es Licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades con estudios de posgrado en Artes Mediales. Se desempeña como productor y guionista transmedia y es especialista en virtualidad y nuevos medios.

Es por la publicación en su blog de una traducción del «Transmedia Manifest» que me atreví a consultarlo sobre «el arte de contar una historia que no cesa».

Por Diego Pereyra.

En cierto modo, Internet, ¿es sinónimo de libertad?

No. De hecho, es una demostración bastante palpable de que más disponibilidad de información, en general, oprime y aísla. Tampoco la mayor disponibilidad de data implica verdaderas opciones de elección y participación para los sujetos. Creo que ahí está uno de los puntos importantes para pensar y desarrollar, en todos los sentidos, y por lo tanto, también en el diseño de experiencias transmedia.

¿Cuál es el desafío en este tiempo de convergencia de medios y formas de comunicar?

Creo que el desafío de la comunicación por medios tecnológicos nos pone, inexorablemente, ante la situación de asumir que lo que llamamos «realidad» es una construcción simbólica, y que tiene, per se, estructura de ficción. Lo que hace que el desafío que plantee sea el de que los sujetos, sin perder el horizonte de la no existencia de una verdad única, busquen «atrapar» y configurar su mapa de comprensión de los fenómenos, pero desde una perspectiva abierta. No hay realidad única, ni «mi» realidad: hay realidad agujereada, siempre parcial, siempre recortada.

Por otro lado, para aquellos que disfrutamos de las narraciones/narrativas, el movernos en estas coordenadas y aceptarlas nos permite ser participantes de experiencias como las planteadas por la serie The Newsroom, que ubica su acción introduciendo y renarrando hechos que, efectivamente, ocurrieron y que fueron reflejados/construidos/interpelados por los medios, contándolos desde una nueva perspectiva que, incluso, resignifica la historia periodística de base.

La posibilidad de entender el pasado como modificable en la lectura, a partir de la introducción de elementos que obligan a resignificar lo anterior, es una posibilidad, ante todo muy divertida, y muy potente, que se abre para los constructores de historias.

Si bien el universo narrativo despierta deseos de participación y brinda sensación de comunidad, su infinitud, ¿no es una herramienta más de entretenimiento o de práctica pasatista?

Detecto en la pregunta un cierto matiz crítico, y sin embargo, hay que pensar que, desde los inicios de la humanidad, la posibilidad de contar y escuchar historias tiene que ver con la posibilidad de «compartir», de armar lazo, de entretener/se. Y detengámonos en el término «entretener». Según el diccionario etimológico, entretener y sus derivados aparecen en castellano, por lo menos, desde el siglo XVI. Probablemente, proviene del francés entretenir, con el sentido de «mantener juntos», del latín inter «entre», del latín vulgar tenire «tener» y del latín clásico tenere.

Entonces, entretener no tiene nada de malo. La entretención, el entretenimiento, es comunión. El problema es cuando ese entretenimiento es tomado por el consumo y se conjuga e identifica al punto de fundirse con él en una especie de cinta de Moebius

Como parte de una sociedad que descree de los medios tradicionales, ¿no resulta contradictorio realzar las posibilidades de una narración (alternativa) que conlleva un grado de subjetividad mayor a la de un discurso (canónico)?

No alcanzo a entender bien quién es parte de una sociedad que descree de los medios tradicionales (yo no, por lo menos). Creo que los viejos medios y los nuevos confluyen, como dice Jenkins en los primeros párrafos de Convergence Culture. Lo que creo también, como lo afirmaba más arriba, es que la relación que articula los conjuntos de narrativas lineales/no lineales/hipermediales/transmedia no es de disfunción, sino de inclusión, y por lo tanto, el pensar transmedialmente hace que las narrativas lineales se resignifiquen y modifiquen necesariamente, así esté escribiendo un guion audiovisual clásico.

En un taller que di sobre este tema, utilizando The Newsroom, The Good Wife y otras series que no giran alrededor de lo fantástico sino que, más bien, desarrollan temáticas «convencionales» ligadas a la práctica de la abogacía o del periodismo (no son Lost, ni Flash Forward, quiero decir), pude mostrar la influencia de las narrativas transmedia en las narrativas audiovisuales, como las de estas series. La fragmentación del discurso que obliga a la construcción de «mapas de trama» y la virtual desaparición del set-up de la historia para comenzar in media res (en medio del hecho) es una consecuencia directa del desarrollo de las narrativas interactivas y transmediales.

En un escenario de narrativa transmedia, ¿qué sucede con la propiedad intelectual?

El tema de la propiedad intelectual es un tema del editor, de los grupos editoriales, no del autor, como decía Michel Foucault. De hecho, para narrar, como para la vida, «todo lo que no es tradición, es plagio».

No se puede crear ex nihilo, ni se puede decir sin el otro y la cultura (que es un conjunto de otros). Por lo que la propiedad intelectual va por caminos diferentes a estas reflexiones. Irán acompañando el proceso y tratando de mantenerlo en el contexto de la «industria cultural» pero, como la entendían los primeros Frankfurtianos, y nosotros seguiremos realizando la apropiación y la subversión que permiten que las invenciones humanas (narraciones incluidas) sigan vivas y activas. Hoy por hoy, me interesa mucho más la honestidad intelectual que la propiedad intelectual.

A pesar de su inclinación por la honestidad intelectual, ¿no estamos frente al riesgo de experimentar una cultura instrumentalizada por el copy-paste?

Justamente, si querés parar el copy-paste, no lo vas a lograr por coerción del copyright.

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Guillermo Rochabrún

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Guillermo es Magister en Sociología y fue Director de la revista Debates en Sociología de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

De manera casual, me topé con La retórica de la desigualdad, un sugerente artículo de su autoría. Y me puse en contacto vía Skype a fin de dilucidar un interrogante: la igualdad en el espacio social, ¿es una ilusión o una posibilidad?

Por Diego Pereyra.

¿Qué sucede cuando asociamos la libertad con el ejercicio de los impulsos particulares?

Este comportamiento estilo Far West, en el ámbito de las ciencias sociales, se denomina «anomia». En los años 90, un intelectual escribió un texto con un título elocuente: «El otro no existe». Mi dificultad con esos puntos de vista es que constatan (o creen constatar) situaciones, pero no las explican. El resultado es que las ciencias sociales se convierten en un lenguaje que expresa quejas que por lo general condenan al «sistema» y no proporcionan un entendimiento de lo que constatan, ni ayudan a encontrar salidas.

Es cierto que hay un tenor general que incrementa la capacidad de acusar, y minimiza la capacidad de asumir responsabilidades. Esto nos convierte en una sociedad de víctimas inocentes. No creo, para nada, en «campañas moralistas» o en «llamados a la conciencia».

¿Queda alguna salida? No soy optimista. Había pensado en incentivos materiales y morales que premien conductas que ayuden al bienestar colectivo, al buen funcionamiento de las organizaciones. Por ejemplo, en lo que respecta al tránsito vehicular, no bloquear rampas o accesos para discapacitados. Esos casos debieran convertirse en «noticia», ser difundidos por los medios masivos, crear «héroes y heroínas cívicos». Pero siento que el «techo» para avanzar por esa línea es muy bajo.

¿Se da una especie de tensión entre libertad e igualdad?

Hay tensión en la medida que la libertad de los otros interfiere con la mía. Entonces, buscamos un equilibrio que llamamos igualdad. Ahora, esta igualdad puede darse a través de forcejeos permanentes o por medio de acuerdos. Esta última se supone que es la manera democrática. Pero en los tiempos actuales, con esto que se ha dado a llamar neoliberalismo, la línea que va por el camino de los acuerdos, retrocede frente a la modalidad en la que se impone el más fuerte. De este modo, el mercado se vive como una especie de «supervivencia» del más apto. Habría que preguntarse del más apto para qué. Claramente, la respuesta es el más apto para imponer sus intereses. Los que están a favor de este equilibrio no piensan en el poder compensador. Entonces, cualquier concentración de propiedad es una concentración de derechos que no tiene que ser objetada. Ellos creen que los derechos que se le da a la gente no deben ser limitados. Creo y planteo que la propiedad de bienes económicos tiene efectos acumulativos que, normalmente, no tiene derivaciones en los derechos individuales. No puedo acumular derecho a la libertad de expresión. No puedo acumular derecho a la diferencia. El derecho a la propiedad irrestricto sí termina avasallando a los demás.

¿Cuál es el papel del discurso político en la representación social de la desigualdad?

Quienes ven el mercado como una solución, en realidad, esconden el problema de las desigualdades. Observo, por el lado opuesto, que se pone énfasis en pos de la igualdad (siempre teniendo en cuenta que vivíamos en la región más desigual del mundo). Hay un discurso (que no descarto) que habla de sectores emergentes, que van mejorando de algún modo su situación (lo que, en sociología clásica, se llama movilidad social ascendente) pero, en realidad, estamos hablando de desigualdades legitimadas. De modo que, cuando hablamos de igualdad o desigualdad, podemos estar hablando de situaciones o significados muy diversos y ajustados a los intereses ideológicos de cada uno. Por lo tanto, llegar a un acuerdo en este aspecto resulta sumamente difícil. Actualmente, vivimos situaciones sociales muy heterogéneas. En tiempos de crisis, cuando el 80 o 90 por ciento de la sociedad se ven afectada, el discurso es homogéneo. En cambio, actualmente, vemos mucha heterogeneidad. Algunos sectores ascienden por sus propios méritos y otros quedan afuera de estas posibilidades. Pienso, por ejemplo, en los indígenas. Marginados totalmente del acceso a algunos recursos y con pocas posibilidades de defensa. U otros sectores urbanos que no logran engancharse a este movimiento económico ascendente.

¿Puede ser que, en el acceso a bienes materiales, se escondan déficits en materia de salud, educación, vivienda, transporte etc.?

Encuentro difícil generalizar este aspecto. En Perú, se han dado mejoras en la situación habitacional pero debo advertir que, en este caso, fue producto de acuerdos entre el estado e inversionistas privados. En cambio, en salud, la situación es diferente ya que, para el Estado, implica muchos gastos y muy poco rédito. Entonces, por ejemplo, solo se mantiene la atención en emergencias, con lo cual, estamos hablando de un sistema de salud deficiente. Esto se soluciona elevando la carga impositiva pero es algo a lo que el ciudadano se resiste. Vivimos en un mundo en que la gente solo piensa en consumir en el presente.

Me da la sensación de que se intenta atribuir al capitalismo la despolitización del sistema democrático…

Más bien entiendo que hay un sistema en el cual, proponiéndoselo o no, algunos de sus agentes logran un ritmo de acumulación de capitales exponencial. Es lo que se ha dado en llamar la financiarización de la economía. Entonces, el aparato estatal (y sobre todo los parlamentos), más las organizaciones multilaterales suman estamentos. ¿A que lleva esto? A que se generen comisiones especiales (con poderes especiales), constituidas por actores nombrados y no elegidos por la población. Por lo tanto, no tienen que rendir cuentas a un electorado. De este modo, el poder va siendo colonizado por estos niveles técnicos (o tecnócratas) que con mucha facilidad ocupan lugares en el Estado, en empresas privadas o en multinacionales y configuran un sistema, por el cual pasan decisiones vitales pero que no cuentan con el escrutinio, ni la observancia de nadie. O por el contrario, estos asuntos son tratados de manera muy superficial y nadie tiene el poder de actuar sobre ellos. ¿Quién los elige y ante quién responden? Todo esto lleva a que los partidos políticos, los programas de gobiernos y las ideologías resulten obsoletos.

En este escenario, ¿dinamizamos valores que de algún modo nos perjudican?

La experiencia indica que cualquier idea, cualquier valor, puede ser asumido también bajo formas planteadas por el capitalismo. El ejemplo más trillado es la imagen del Che Guevara, ¿no? Ninguna causa, en principio, escapa a determinadas formas de funcionamiento capitalista. De todos modos, quiero rescatar, y para eso, parafraseo a un compatriota tuyo, que «la causa no se mancha». Incluso creo que quienes juegan con estas causas pueden terminar manchados ellos, pero las causas no.

Es aquí, donde necesito que me explique su trabajo sobre la «retórica de la desigualdad»…

Es parte de un conjunto de temas que alguna vez denominé como la conjunción de «buenas causas y malos argumentos». Acabo de escribir un artículo donde hablo del combate al racismo, lo que, por supuesto, considero es una buena causa, aunque detrás de ello, hay argumentos falaces. A veces, los argumentos son no muy lógicos o pocos efectivos. Por ejemplo, mucha de la retórica de la desigualdad se elabora sin tener en claro qué igualdad es la que se busca. Hay, por un lado, una igualación absoluta y por otro, la necesidad de reconocer las diferencias. Lo que procuro es que las desigualdades no sean excesivas en su intención por reconocer diferencias, ya que podríamos desprestigiar la igualdad.

Pero, ¿qué sucede entonces con la igualdad proclamada por el derecho?

Lo fundamental que se debe tener en cuenta es el contenido de la palabra. El problema es que usamos palabras con resonancias muy fuertes. Hay acústicas demasiado reverberantes, y no hacemos más que conducir a una confusión. Por eso mi empeño en trabajar la palabra igualdad. Lo que reclamo es definir a qué igualdad se refieren y de qué manera las diferencias van a ser reconocidas. La idea es no caer en el igualitarismo ingenuo.

En Perú, se está discutiendo la unión civil de personas del mismo sexo, la cual fue impulsada por un parlamentario que se declaró gay. En contraposición, encontramos a la Iglesia. Lo cierto es que, una de las partes se siente con derechos, y por otro lado, un sector se siente con sentimientos íntimos muy heridos. La cuestión es que cada uno cree tener la moral de su lado. Entenderse en este clima es muy difícil. Creo que hay que alcanzar el mayor grado de accesibilidad, o reconocimientos, para todos pero no creo que todo sea igualmente normal. Quiero aclarar que no es el caso de cómo sucede a veces que se enfrenta a ricos y pobres; donde, a veces, parece ser que los pobres tienen la dignidad moral más de su lado que los ricos.

A veces, la «retórica de la igualdad», ¿hace tropezar al político con un discurso demagógico?

Por supuesto, la igualdad en este tono abstracto que planteo tiene mucho prestigio.

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Isabel Pérez Montalbán

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Isabel Pérez Montalbán es poetisa. Su referente es la realidad. Es por eso, que no se permite escribir (vivir) al margen.

Su obra, incisiva, no solo es recomendable sino también necesaria para descifrar la «parodia canónica» en democracia.

Por Diego Pereyra.

Cuenta en su blog, que un día, le pidieron hacer su poética para una antología; abrió el diario y eligió 20 títulos. Ninguno auspicioso. Lo tártaro de este mundo, ¿es la clave de su poesía?

Sin duda. Vivimos en un sistema injusto y en una desigualdad tremenda. Las noticias (malas) nos asedian desde los medios de comunicación. No es necesario buscar dentro del abismo personal (aunque también), basta con mirar alrededor para que la poesía se llene de voces, miradas, contenidos y formas. Nada de mi entorno me es ajeno.

El arte ha sido sinónimo de resistencia en países que han sufrido guerras civiles y dictaduras. Y entiendo que es natural que así sea, ahora, ¿qué sucede con el arte en tiempos de democracia?

¿Qué democracia? Tener derecho a votar en elecciones periódicas no significa democracia. El sistema es el mismo, las injusticias no desaparecen, las libertades están condicionadas por la economía y los intereses del poder. Ni somos libres ni somos iguales. La resistencia debe ejercerse en todo momento mientras persistan las circunstancias que provocan esa resistencia. Resulta ya muy difícil oponerse al capitalismo cuando viene a cara descubierta o se manifiesta con sus peores greñas (la dictadura, la guerra, la tortura, la represalia), pero resulta todavía más difícil cuando el mismo capitalismo, llamado ahora neoliberalismo, se nos ha maquillado de democracia para llevar a cabo idéntica política y encima con el supuesto respaldo de la gente. Entonces, se muestra más engañoso, pero hay que estar alerta.

cartasdeamordeuncomunista

¿Por qué cree que en la poesía está la posibilidad de un retorno hacia las actitudes críticas y comprometidas?

No exclusivamente la poesía, sino cualquier forma de expresión y de creación deberían cuestionar la realidad y el propio producto creativo. Parece difícil y, sobre todo, irresponsable hacer poesía al margen de lo que ocurre cada día o ser complaciente con el sistema imperante. Prefiero la disidencia. El arte, la poesía, han sido siempre reflejo del momento histórico en que se desarrolla, ni más ni menos. La poesía actual, crítica y pasiva, expresa, en sus contenidos y formas, la contemporaneidad: el desconcierto, la complacencia, el escapismo, el compromiso, la denuncia, la involución, la incertidumbre y otras actitudes, todas las que se producen. No desdeño ninguna de estas manifestaciones, porque todas representan el presente. Ahora bien, valoro más las que se oponen, cuestionan, remueven y alumbran.

¿Cree que es debido a la educación conductista que hemos recibido que no advertimos en la poesía social un llamado al constructivismo?

Más que a la educación conductista o a la educación basada en cualquier otro método, entiendo que las personas son el resultado de las circunstancias sociales, históricas, culturales y materiales que les rodean, de modo que todo su entorno está construido para negar esa llamada al constructivismo, a la idea de que el hombre tiene que erigirse en constructor dinámico de la realidad que lo rodea.

¿Internet revitalizó la poesía?

Internet la difunde a ritmo vertiginoso. Y ofrece muchas posibilidades de información y contacto, pero no está claro que baste para la revitalización de la poesía. Lo que revitaliza la poesía es el conocimiento, la sensibilidad y la necesidad de comunicación real (no solo virtual). En este sentido, entiendo que las nuevas tecnologías suponen un avance imprescindible y maravilloso, pero que, al mismo tiempo, han contribuido a trivializar y adormecer el afán de saber, la sensibilidad y la comunicación verdadera. Hay que revitalizar la poesía (mejor, determinada poesía) porque la sociedad la necesita mientras la agrede y la estimula, y utilizar Internet cuanto sea preciso para su difusión global. También hay algo fundamental que permite Internet y hay que aprovechar: el contacto directo entre lectores y escritores, el intercambio inmediato. Por ejemplo, usted no me habría solicitado esta entrevista si no existiera Internet, ya que estamos a miles de kilómetros de distancia. Gracias por eso.

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César Sánchez Sarmiento

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@sanchezsarmien es Médico especialista en Medicina Reproductiva y Director del Centro @nascentis.

Además es autor del libro ¿Qué podemos hacer para tener hijos? Lo postula como una guía para encontrar los caminos que conducen a la felicidad: una vida; un hijo.

Las técnicas de reproducción asistida incorporan nuevas aristas a la discusión sobre el comienzo de la vida humana pero es quizás la finitud con la que nos relacionamos con el mundo, la circunstancia que no nos permite pensar de manera distinta. De liberarnos del encofrado esquizofrénico que nos somete a una realidad formal o de hecho, sin espacios para dar rienda sueltas a lo que sentimos y deseamos.

Por Diego Pereyra

¿Cuál es el camino a recorrer en la reproducción asistida?

Planteándolo desde la situación de una pareja heterosexual, podemos decir que, una vez realizados los primeros estudios (en hombre y mujer), determinamos qué tipo de tratamiento aumentará las chances de embarazo. Estas posibilidades en una pareja donde todo aparenta estar bien y la mujer no alcanza los 35 años, en líneas generales, no supera el 20 % por cada ovulación. Lo que implica que embarazarse o no embarazarse es una cuestión de probabilidades.

¿Cómo acrecentamos las posibilidades?

Puede ser asumiendo medidas generales de buena salud. Por ejemplo, las mujeres con sobrepeso tienen problemas con la ovulación, entonces ponderamos hacerla bajar de peso. Por lo tanto, comenzará a ovular con mayor regularidad y esto hará que aumenten las chances de embarazo. También existen tratamientos donde es necesario medicar. A la mujer o el hombre con problemas hormonales se los corrige mediante pastillas o inyecciones. Otros tratamientos implican intervenciones quirúrgicas. Suelen efectuarse en algunos casos de obstrucciones, tanto de los conductos masculinos como de los conductos femeninos, o la extracción de miomas o adherencias que puedan alterar la fertilidad natural.

¿De qué hablamos cuando nos referimos a la reproducción asistida?

Esto es lo más desconocido e impactante para la sociedad. En los tratamientos de fertilización asistida, intervenimos profundamente en el físico y en la vida de las personas pero siempre el objetivo es ayudarlos. Hay dos tipos de fertilidad asistida: los de baja complejidad y los de alta complejidad. Los primeros tienen un aspecto en común. La unión del óvulo y el espermatozoide se realiza dentro del cuerpo de la mujer, como es el caso de la inseminación intrauterina. El día en que la mujer está por ovular se le coloca una selección de los mejores espermatozoides dentro del útero. Para esta técnica, se utiliza una cánula y la mujer siente una molestia mínima, similar a la de un examen ginecológico habitual. También se considera de baja complejidad el hecho de programar las relaciones sexuales. De este modo, se diagnostica el momento en que la mujer va a ovular y se le indica en que horario debería tener relaciones. Los de alta complejidad son los que se conocen como fertilización in vitro y también hay dos tipos. La fertilización in vitro convencional, que implica, que en un laboratorio se unan un óvulo extraído de la mujer (pinchándole el ovario) y una selección de espermatozoides. En los 5 o 6 días posteriores, cuando el embrión está formado, se lo implantamos en el útero. Otra manera de realizarlo es inyectando dentro del óvulo un espermatozoide. Se la conoce como ICSI, por sus siglas en inglés. En vez de rodear el óvulo de una selección de espermatozoides, lo que se hace es, literalmente, inyectar un espermatozoide en el óvulo.

¿Hay riesgos de contaminación?

No. Estas técnicas se realizan en laboratorios con un sistema de filtrado de aire superior al de las empresas farmacéuticas. Por lo tanto, no hay contaminación de ningún tipo. Es un aspecto muy importante a tener en cuenta ya que si bien no trae problemas de malformaciones influye negativamente en las chances de embarazo.

¿Qué opina del alquiler de vientres?

Las cosas son buenas o malas en función de su utilización. Como la pólvora. Si la usamos para fabricar armamento que después es utilizado en guerras, nos estamos equivocando, ahora, si solo hiciéramos fuegos artificiales para darle un toque de color a una celebración, creo que no es dañino. Con respecto al alquiler de vientres, creo que es algo tremendamente complejo y que social, cultural y legalmente no estamos preparados. Es una actividad que requeriría muchísimos controles, sino vamos a tener mujeres que van a vivir alquilando su vientre para que otros tengan hijos. Lo cual es denigrante. No estoy en desacuerdo con la metodología sino, estoy en desacuerdo con que se haga en Argentina.

¿Hay factores inmunológicos por los que la mujer rechaza las técnicas de reproducción?

No. Hay problemas inmunológicos que afectan las posibilidades de embarazarse pero porque afecta los óvulos no porque produzcan un rechazo de la mujer a la fertilización in vitro.

Es muy común que en una reunión entre amigos, se pregunte quién es el que no puede tener hijos, ¿deberíamos revisar esta conducta?

Tenemos que tener en claro que el problema es de la pareja independientemente de donde esté ubicada la causa. Vamos a suponer que un hombre y una mujer se casan, y después de 3 años deciden tener un bebé. Hacemos un análisis del semen y descubrimos problemas en el espermatozoide. La causa la encontramos en él, pero si lo abordamos desde el punto de vista social y emocional, el problema es de los dos. Inclusive desde el punto de vista técnico, el problema se reparte en porcentajes iguales entre hombres y mujeres con un 90 % de acierto en el diagnóstico. Un 10 % de las causas de infertilidad son aún desconocidas y la medicina no ha encontrado las herramientas para descubrirlas.

Otra situación muy común es que, las parejas, tras someterse a un tratamiento sin éxito, resuelvan continuar con su vida. De pronto la mujer queda embaraza y todos piensan: ¡fue un milagro!…

Lo que sucede con esas parejas, en general, es que, y esto es importante saberlo, tal vez durante el tratamiento los médicos produjimos algún cambio sin darnos cuenta y que en definitiva fue beneficioso. Otra posibilidad es que el estrés (como problema emocional generalizado) influya más de lo que creemos. Entonces debemos preguntarnos, si el estrés influye en la causas de accidente de autos, en la diabetes, aumenta las posibilidades de hacer un infarto etc. ¿por qué no podría disminuir las chances de embarazo?

Hay alteraciones psicológicas como producto de, por ejemplo, programar el sexo. ¿Qué investigaciones hay en este sentido?

En Boston, presentamos en el Congreso Americano de Medicina Reproductiva un estudio que hicimos sobre el impacto de la fertilización in vitro en la mujer. Queríamos determinar cuál es el momento de mayor impacto psicológico. Podemos decir que entre el momento en el que le ponemos los embriones y las dos semanas que se deben esperar para saber si quedo embarazada es el periodo de mayor impacto emocional.

¿Es un error apostar por lo laboral u otros proyectos creyendo que controlamos los momentos de la concepción?

Ese es un fenómeno mundial. La mayor causa de infertilidad es la edad de la mujer. O sea, por postergar la maternidad. Mientras más grande es la mujer menos chances tiene de embarazarse. Los hombre, por ejemplo, producimos y renovamos más o menos durante 70 días los espermatozoides, en cambio, en la mujer, sus óvulos que son células, van envejeciendo, y a partir de los 32 años comienza a disminuir mínimamente sus posibilidades de embarazarse, pero, notablemente, a partir de los 35 años y, exponencialmente, desde los 37 años. Y no solo aumenta la posibilidad de no quedar embarazada sino que también aumentan, considerablemente, las chances de perder el embarazo y de malformaciones genéticas. ¿Que es común en la mujer actual? Piensa: me dedico a vivir la vida, viajo, estudio, me vuelco de lleno a mi profesión y a los 35 años, cuando encuentre al hombre de mi vida, empezamos a convivir un tiempito solos, relajados y tranquilos, y tipo 36 o 37 años, empezamos a buscar un hijo. La edad óptima sería no superar los 30 años. Entonces, la mayor causa de disminución de chances de quedar embarazada es la edad.

¿Nota resistencia al hecho de aceptar que los hermanos ahora puedan no ser de sangre o que una mujer deba ser intervenida científicamente para ser mamá o es algo que asumimos o vivimos de manera inconsciente?

Primero, es importante que las sociedades vayan aceptando las diferencias de género, de raza, religiosas etc. Las generaciones nuevas están creciendo en el medio de estos cambios. Por ejemplo, los compañeritos de escuela del hijo de una pareja constituida por dos hombres, que haya adoptado o alquilado un vientre, van a acostumbrarse a estas formas de convivir. Es una situación que se va a ir naturalizando. Van a darse cuenta de que existe la posibilidad de que haya dos papás. Como en otro momento, muchos nos acostumbramos a ser hijos de padres separados que, por aquellos tiempos, no era lo ideal.

¿Es católico?

Absolutamente. Creo fervientemente en Dios. Si me preguntas si soy un católico practicante, tengo que decirte que ahora mucho menos que antes, pero estoy convencido, particularmente en lo que hago como médico, que sin Dios no podría vivir. La intimidad del cuerpo humano es tan bestial, que lógicamente tiene que venir de algún lado, y en mi caso lo vinculo naturalmente con la fe. No creo que esté mal ayudar a dar vida. Si creo que está mal hacer un aborto.

En términos filosóficos, ¿qué podemos hacer para tener un hijo?

Lo primero que se me ocurre, es pensar en la generosidad. Ser padre es vivir para tus hijos. Un hijo te despelota la vida. Debes ser generoso mucho más allá de las complicaciones que un hijo te trae. Es muy común que algunas parejas piensen vamos a tener un hijo porque nos va a ayudar a solucionar todos los problemas que tenemos. No, eso es justamente lo que no tienen que hacer.

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Daniel Eskibel

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@danieleskibel es experto en Psicología Política aplicada al Marketing Político. Su blog, Maquiavelo&Freud, fue galardonado en Washington DC con el VICTORY AWARDS 2014.

Además, dirige el sitio Web psicociudad.com y acaba de publicar el libro electrónico Por qué no te votan (y por qué sí), una colección de sus mejores escritos referidos al arte de convencer y captar.

Por Diego Pereyra

Mi generación (nací en el año 1978) lo primero que aprendía en instrucción cívica era que el voto es secreto, obligatorio y universal, ahora ¿podemos seguir sosteniendo que es secreto?

Desde el ángulo estrictamente electoral, vinculado a los procedimientos y a los rituales del acto de votar, el voto será tan secreto como lo permitan esos procedimientos, esos rituales, amparados, en mayor o menor medida, por un conjunto de disposiciones legales que varían de un país a otro. Podría decir que en muchos países sigue habiendo una protección razonable del carácter secreto del voto, aunque en otros, eso no es así y terminan votando hasta los muertos. En definitiva, la columna vertebral en este aspecto está en la institucionalidad de cada país y en la cultura democrática de su sistema político y de sus ciudadanos.

Pero la pregunta se puede abordar también desde un ángulo social, vinculado al estado de la situación actual en materia de privacidad y secretos. Si pensamos en las revelaciones de Snowden, en el uso del big data, en el espionaje de gobiernos y grandes corporaciones, en el rastro digital que cada vez más vamos dejando detrás nuestro y que otros van recopilando… ¿hay algo secreto en el mundo de hoy? Tal vez sí, pero cada vez menos.

Pensemos lo siguiente: alguien vota con la mayor protección legal al secreto de su voto. Acaso un analista competente, ¿no puede delimitar con cierta propiedad el perfil de su voto en función de las páginas web que visita, los videos que ve, o los comentarios que hace en redes sociales? Y esto, sin entrar a considerar el espionaje puro y duro.

Hablar de política es referirnos a ideologías, ¿cómo es que encaja el marketing en este escenario?

Hablar de política es también referirnos a ideologías pero no solo a ideologías. La política y la ideología constituyen dos mundos muy interconectados pero no idénticos. Decididamente, política e ideología no son iguales. En la política, intervienen otros factores además de la ideología. Múltiples factores. Es más, una elección no es una contienda entre ideologías sino entre partidos políticos y, a veces, ni siquiera eso, sino que es entre candidatos. No digo que no haya ideología detrás de los programas políticos, los partidos o los candidatos. Digo que las decisiones del votante son más complejas, sus motivaciones no pueden reducirse a lo ideológico. Se nutren de un rico espesor psicológico lleno de matices y contradicciones. En las campañas electorales, estamos hablando de toma de decisiones de voto por parte de cada persona que integra el electorado. Salvo pequeñas minorías, la persona no elige en función de parámetros ideológicos. En realidad, elige en otro plano diferente que no es el de las ideologías. Elige desde las emociones. Lo sorprendente no es que el marketing encaje en ese escenario, lo sorprendente es que algunas personas y partidos crean que no encaja. ¿Cómo no va a encajar si hablamos de personas eligiendo entre varias opciones y haciéndolo a partir de sus emociones y atravesando para ello complejas variables psicológicas?

¿Por qué la imagen es más importante que un panfleto con diez propuestas electorales?

Porque la imagen es la vía principal hacia las emociones humanas. En cambio, un panfleto con estupendas propuestas electorales es una vía directa hacia la razón, el entendimiento y la intelectualidad humana. Insisto, la decisión de voto es emocional, no intelectual. Eso no la hace mejor ni peor, es, simplemente, un hecho que hay que comprender. Yo sé que algunas personas que santifican la ideología y la razón se horrorizan de la posibilidad de que alguien decida emocionalmente su voto. Pero es así. Es más, todas las decisiones importantes de nuestra vida son básicamente emocionales. Las buenas y las malas, las superficiales y las profundas, las perecederas y las duraderas. Todas. Es un concepto básico de la psicología. Entonces, si tienes diez excelentes propuestas electorales, o cien, no agotes tu imaginación en un panfleto que casi nadie va a leer. En vez de eso, busca una imagen potente que pueda expresar tus propuestas y llegar a las emociones de la gente.

¿Cuáles son las ventajas de evitar las promesas electorales?

No sé si hay que evitar las promesas electorales. Lo que en todo caso habría que hacer sería evitar las falsas promesas, porque convengamos que una promesa no tiene que ser ineluctablemente falsa. La promesa es un contrato, un convenio que establecemos con otras personas. Y lo hacemos en todos los órdenes de la vida. Todos. El factor clave es si a esa promesa la honramos o la defraudamos. Visto desde el ángulo del ciudadano, la palabra clave es confianza. Quien promete y no cumple va perdiendo la confianza. Y quien promete y cumple va ganando en confianza. Lo que aconsejo entonces, es evitar todo tipo de promesas que no se puede o no se quiere cumplir. Porque eso es, tarde o temprano, una bomba que explotará en la trayectoria política de quien defrauda las expectativas. También aconsejo evitar prometer demasiado, porque se pierde credibilidad y porque, al final del día, cuanto más se promete más se reducen las posibilidades de cumplir. También aconsejo, finalmente, que se explique cuando no se puede cumplir con algo que se prometió. Porque a veces pasa y hay que explicarlo muy bien.

En la actualidad, ¿es posible ganar una elección sin recurrir al marketing político?

Sí, es posible. Tal vez la respuesta sorprenda por provenir de un consultor político. Pero es así. Algunos consultores han construido un universo de ficción en el que dicen que ellos «han ganado» veinte elecciones o diez o setenta y cinco, da lo mismo. Nada. Ni siquiera una elección. Los consultores políticos no ganamos elecciones. El marketing político no gana elecciones. El resultado electoral no depende de estos buenos señores que somos nosotros y que un buen día aterrizamos en un país o en una ciudad y trazamos una estrategia. No. El resultado electoral depende de un complejo conjunto de factores históricos, políticos, ideológicos, económicos, coyunturales, culturales, sociales y de diversa índole. El marketing político ayuda, pero no determina. Entonces tenemos candidatos que ganan por su carisma frente al mejor marketing político. O tenemos otros candidatos y partidos que jamás ganarían esa elección específica por mejor marketing político que tuvieran. Se requiere un buen candidato, una coyuntura apropiada y también un buen marketing político. Muchas veces, la clave para entender una elección no es porqué gana un candidato sino porqué pierden los otros. En un contexto en el que todos los candidatos de peso recurren al marketing político, quien no lo haga estará dando ventajas que, en algunos casos, podrían ser definitivas.

En términos de ciudadanía, ¿cuáles son los riesgos de enfrentarse a un sistema bipartidista o peor aún, borocotista?

Los sistemas bipartidistas tienen cierta tendencia a ser bastante estables porque responden a la lógica binaria que le resulta muy cómoda y práctica al cerebro. Blanco o negro, cero o uno, bueno o malo, ellos o nosotros. Siempre la opción binaria es atractiva y constituye un camino fácil de recorrer. Ahí está, justamente, el riesgo de quien se enfrenta al bipartidismo. Es muy simple caer en la polarización bipartidista; es muy fácil. Y romper con ese sistema es arduo, trabajoso, difícil y, por lo regular, lleva mucho tiempo, mucha paciencia, mucha creatividad, mucha acumulación de fuerzas. Y no sería de extrañar que, una vez roto el viejo bipartidismo, surja la tentación de un nuevo bipartidismo a partir de la nueva situación política. Más difícil aún, es la ruptura de los sistemas degradados, los sistemas que más allá de la cantidad de partidos degeneran en la compra-venta de votos, en el oportunismo, en la superficialidad que lleva de una formación política a otra a la búsqueda de privilegios o prebendas. En ese caso, ya estamos más lejos de lo político-electoral, estamos más bien ante una tarea cultural que es aún más compleja y, seguramente, más larga. Gramsci planteaba dos modalidades de lucha política. Por un lado, la política como guerra relámpago, fulminante, como la II Guerra Mundial. Y por otro lado, la política como guerra de trincheras, de posiciones, como la I Guerra Mundial. En un sistema sano, maduro, competitivo y con, por lo menos, dos fuerzas en cierta igualdad de condiciones, la lucha política puede ser una guerra relámpago que en cada contienda electoral genere grandes avances y grandes retrocesos. En cambio, la lucha política en un sistema degradado y desvirtuado, o donde no hay ese equilibrio de fuerzas, se parece más bien a una larga guerra de posiciones en la que hay que ir conquistando metro a metro y trinchera a trinchera.

¿Qué es lo que nos lleva a votar aún cuando pensamos que nuestra participación no es decisiva?

Recordemos que el motor del voto siempre está en lo emocional. Y, muchas veces, ese motor emocional funciona aún en contra de las evidencias que proporciona nuestra razón. Entonces, en muchos casos sabemos racionalmente que nuestra participación no es decisiva pero tenemos una íntima convicción, irracional, inconsciente, anclada en lo emocional, de que sí queremos votar y sí es importante. Es como esos candidatos que creen que van a ganar aunque nadie en su sano juicio podría confirmarlo. Igual lo creen, lo sienten, y actúan movidos por ello. En otros casos, el ir a votar está impulsado por los aprendizajes familiares de la infancia y la adolescencia, o también por un profundo sentido de pertenencia a un movimiento político o a una causa más allá del éxito o del fracaso momentáneo de ese movimiento o de esa causa. En algunos casos, además, hay una reafirmación de la propia personalidad en ese ir a votar a pesar de todo, más allá de la derrota o de la inocuidad de nuestro voto. Es como una forma de decir «aquí estoy yo, y no me importa que mi voto no pese, estoy igual, soy yo». Pueden ser múltiples las causas, las motivaciones, pero siempre está presente una fuerte raíz emocional.

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Jorge Navarro

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@navarrojar es Periodista y Gerente de Contenidos de los Servicios de Radio y Televisión (SRT) de la Universidad Nacional de Córdoba. Lo conocí en el año 2011, como parte de una actividad académica. En esa oportunidad, me tocó escuchar la particular bienvenida que les daba a jóvenes estudiantes del interior de la provincia, en el marco de las visitas institucionales del multimedio: «Lo más importante para construir un puente entre los medios de comunicación y sus receptores es el afecto».

Jorge es vehemente cuando repasa los diferentes contextos históricos, reflexivo cuando se entremezclan el poder y los medios, y elocuente cuando habla de las producciones televisivas en Córdoba.

Por Diego Pereyra

MEDIOS, COMUNICACIÓN Y PODER

En la actualidad, se ha posicionado a la prensa como la punta de lanza de una disputa entre dos modelos…

No, no es así. En los medios de comunicación, como en la vida misma, no existen y es falsa la dicotomía del todo o nada. Hay infinidad de grises en la realidad. Lo mismo sucede con los modelos socioeconómicos, los modelos culturales, los modelos sociopolíticos etc. En Argentina, este planteamiento de modelos de medios se da porque se enfrentaron dos poderosos. Si uno atiende la historia de los medios de los últimos cincuenta años en América Latina llega a la conclusión (más allá de la pertenencia ideológica que uno pueda tener) de que estos (los medios en América Latina) están en manos de las grandes oligarquías. Cuando digo oligarquías es según el desarrollo económico del país, ¿no? En Argentina, los medios estuvieron en manos de la oligarquía vacuno-terrateniente. La Nación y La Prensa eran representantes de esa oligarquía. La oligarquía en Colombia es cafetal; en Brasil, la representa O Globo etc. Lo que quiero significar es que, en América Latina, los medios están en manos de los sectores de mayor concentración económica. Pero no es que lo medios o son nacionales y populares, o son comerciales.

Este gobierno, el de los Kirchner, fue uno de los que más concentró los medios de comunicación en Argentina. Cuando Magnetto y Kirchner se llevaban bien, acordaron la tenencia del cable por quince años en favor del grupo Clarín. Después se pelean y empieza otra historia. Pero antes de esto, Clarín fue funcional a Kirchner. Uno se pregunta: el grupo Szpolsky, ¿representa a la ideología nacional y popular? No, mentira. Es tan capitalista como Magnetto y compañía. La diferencia está en que representa intereses económicos distintos. Más aún, lo medios de comunicación públicos en Argentina no son públicos sino gubernamentales.

La TV Pública no tiene una dirección colegiada con representación de distintas fuerzas políticas y sociales. No, es un medio gubernamental que responde a los Kirchner y por eso tiene lógica lo de 6, 7, 8. Por lo tanto, no existen dos modelos. Existe un modelo que es hegemónico, capitaneado por las oligarquías y existen medios cooptados por los gobiernos nacionales y populares para contrarrestar a la oligarquía. No hay dos modelos de periodismo o de medios.

Teniendo en cuenta además, que desde sus inicios los medios de comunicación no eran más replicadores de panfletos políticos y religiosos…

La falacia más grande de los medios hegemónicos en Argentina es decir que hay un periodismo que es militante. Señalar a los medios de comunicación progubernamentales como militantes es una mentira. El periodismo en la Argentina se origina con la Gazeta de Mariano Moreno. Y, ¿qué fue la Gazeta? Periodismo más militante que ese no hay. La Revolución de Mayo tuvo periódico. Así, también puede decir que Sarmiento fue periodista. Mitre fundó La Nación. O sea, los medios de comunicación devienen de ideologías y militan esas ideologías e intereses económicos de distinta naturaleza.

Página 12, en su inicio, fue un periódico bancado por sectores que se podrían denominar de centroizquierda. Tenía la intención de atender a una franja ideológica representada por una pequeña burguesía progresista que no tenía espacio en los medios. Eso fue Lanata y Pagina 12. Una incipiente, parcial burguesía nacional que nunca terminó de coligarse. A tal punto que fue bancado por Pymes. Hubo intentos de los partidos comunistas en Argentina, como con el diario La Calle o La Hoja, con tipos como Heller, (banqueros que representan al partido comunista), que financiaron estos medios porque necesitaron un vehículo de expresión.

Sí; a diferencia de lo que antes sucedía, los grandes medios de comunicación eran voceros de. El grupo Clarín no es vocero de. El grupo Clarín es el grupo Clarín. No representa a los grupos concentrados del campo en el país. Es parte de los sectores concentrados del campo. La Expoagro es la expresión genuina de inversiones que el grupo tiene en el campo argentino. Son sus negocios, no es vocero.

Sí; cuando Noble fundó el diario, fue vocero de la burguesía industrial. Clarín representaba a la industria y La Nación al campo. Luego terminó siendo parte de los grupos económicos concentrados.

Sin embargo, alguna vez, se tuvo la idea de que Clarín era el «cuarto poder»…

El cuarto poder existió acá, en Córdoba, con La Voz del Interior cuando era propiedad de la familia Remonda. Era un diario como La Capital de Rosario, como Los Andes de Mendoza. Eran diarios de familias periodísticas. La Voz representaba a la UCR y al electorado no procatólico. Era un diario laico, radical, político, con algún dejo de desarrollismo en su concepción económica. Ese fue el cuarto poder. La Voz del Interior era el equilibrio. El que ponía limites a los grandes sectores económicos de Córdoba, a la política, a la justicia. A mi criterio, fue el mejor periodismo. Era una sociedad que estaba dejando de ser colonial y moderna, y el diario venía a representar el equilibrio. Ahora, si comparamos esa Voz del Interior con este apéndice del grupo Clarín, te diría, que lo del cuarto poder pasó a ser un eslogan.

Hoy, la disputa del poder en el país tiene dos vértices. Uno es el kirchnerismo, es evidente, y otro, el grupo Clarín. El grupo Clarín determina quién es el candidato de la oposición. Primero, intentó imponer a Macri, no llega. Intentó juntar a toda la centro-izquierda (rótulo que no existe), como UNEN y luego, le da manija a Massa, determinando la agenda de la oposición en el país. Por lo tanto, la pelea por la sucesión presidencial está dada por Clarín y los Kirchner.

Qué es más preocupante para la democracia, ¿que Magnetto instale cuál es el candidato de la oposición o que un Jefe de Estado señale con el dedo quién será el candidato del oficialismo?

La diferencia está en que yo voto o no voto a los Kirchner. A Clarín no lo voto ni lo puedo dejar de votar. Con lo cual, en una sociedad democrática, los partidos políticos y los dirigentes políticos pueden ser autoritarios, hegemónicos, poco transparentes, pero, cada dos años, tienen el veredicto de la gente. Si está de acuerdo o no está de acuerdo. Clarín no tiene veredicto. ¿Por qué? Porque se transformó en un oligopolio. A tal punto, que impuso la mentira que la gente, con el control remoto, puede determinar algo. No determina nada.

Clarín, cuando se quedó con Papel Prensa (más allá de cómo lo hace), hizo que algunos diarios tengan que salir a comprar papel al extranjero. En esa época, vivía en La Pampa, y trabajaba en diario La Arena (en sus orígenes, fue socialista democrático, diario antiperonista, enfrentado con el gobernador Marín). Al diario, comprarle el papel a Papel Prensa le costaba el doble de lo que se le cobraba a Clarín. Por lo tanto, era imposible poder sostenerse.

Este oligopolio que impone agendas, por ejemplo Córdoba, que mira Canal 12, escucha radio Mitre y lee La Voz del Interior, tiene una sola línea editorial. De este modo, si arreglaron con Mestre, Mestre es alto, rubio y buenmozo. Si Mestre no le pone pauta, entonces está rodeado de jóvenes corruptos que hay que destruirlos. ¿Me explico?

Por lo tanto, no es más peligroso un gobierno hegemónico, como el de los Kirchner, porque con el voto, en algún momento, lo voy a sacar. Por eso la Ley de Medios.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y CULTURA

A pesar de tener claro los intereses de unos y otros, ¿cuáles son los riesgos (sociales) de este escenario de «determinación ideológica»?

Con la excepción de muy pocos casos en la historia de la humanidad de los últimos años; con la excepción del nazismo, del socialismo real, el comunismo soviético, los pueblos, en general, no se suicidan. Siempre hay alternativas. Hoy la alternativa es Internet, Twitter, Facebook, etc. Por eso, las primaveras árabes. Es imposible que a Mubarak pudiera alguien derribarlo en Egipto sino hubiera sido por movimientos como los que se generaron en las redes sociales. Por eso, a pesar de esta hegemonía terrible que soportamos, todo está cada vez más relativizado. Por ejemplo, Tinelli fue el paradigma de la hegemonía mediática de la tilinguería. Creo que Tinelli es el hacedor más importante de la televisión argentina de los últimos veinte años. Un tipo brillante. Pero obviamente para sus intereses económicos. No hago juicio de valor sobre eso. Pero hizo de la televisión, la tilinguería más absoluta. Como lo fue Gran Hermano. Sin embargo, hoy, Tinelli pierde. Pierde frente a novelas brasileras. Lanata pierde frente a Master Chef.

Digo, por su producción, por su realización, por su estética y porque es el único programa federal en serio, el mejor programa, hoy, es Cocinero Argentino. Representa la comida y la cosmovisión de todos los rincones del país de una manera excepcional. Si a ese programa lo sacas de la TV Pública y lo pones en Telefé, estaría al tope del rating. A tal punto, que este programa de chef del domingo a la noche vence a Lanata.

A tal punto cae el hegemonismo mediático, que al quedarse sin argumentos, acumula lo viejo en el grupo Clarín. Acumula a Lanata y Legrand que ya fueron, y a Tinelli que va siendo. Se les terminaron las ideas.

O sea, ¿Tinelli o Gvirts no podrían repetir la experiencia de Orson Wells?

No, para nada.

Digo, porque de todos modos estamos hablando de Master Chef, programa norteamericano replicado en España y ahora acá…

No importa. Lo interesante es que siempre hay alternativas. Te cuento la discusión que se da en un medio público universitario como este. ¿Cómo Canal 10 va a tener un programa como Mentes Salvajes? Y por qué no, me pregunto. Formato norteamericano y traído a la Argentina por Petinatto. Mis hijos, de 33, 30, 29 y 17 años no ven la televisión pública abierta. Sí, ven Canal 10 porque su padre trabaja acá y por ahí sirve de excusa para poder charlar conmigo en el almuerzo o la cena. Pero, ¿qué ven ellos? Ven los top show de EE. UU. Ven Friends, ven Discovery Channel, documentales o grandes series en HBO. Por lo tanto, si pretendo tener parte de mi audiencia, que debe ser plural, diversa, de distintas franjas etarias, y condiciones sociales y culturales etc. tengo que armar un programa como Mentes Salvajes. Además, pongo al periodista más creíble que tiene la casa (más allá de cualquier valoración). Agarro a Tomás Méndez, el tipo de mayor rating, de mayor impacto público y lo pongo en el prime time del 10, en un programa de zonceras.

Cuando lo «inventé», más allá de que he tenido presupuesto, puse a Raies y a Artime (que son el campeón del automovilismo cordobés y uno de los jugadores de futbol más queridos en la ciudad) y a quien inventó el radioteatro en Córdoba, como es Ana María Alfaro. ¿Qué es esto? Armé un top show para que un sector me vea.

Me critican mucho al programa Insensatos. Pero, con Insensatos, llego a los sectores populares de Córdoba. ¿De qué me hablan? Me hablan de fútbol y me hablan de los puteríos de la televisión. O sea, cuarteto, fútbol, televisión. ¿Por qué no voy a ofrecerles algo a estas audiencias más populares, con menos desarrollo intelectual y con necesidades de TV pasatista? ¿Por qué voy a poner en el 10 productos de los que sé que ellos no van a consumir? Otros canales no tienen nada de esto.

Tenemos Zona Política; otros canales no tienen programas de política, Justicia Legitima que es el debate sobre los grandes hechos policiales y judiciales. Acabamos de sacar Informe Zoom, un programa de investigación. Tenemos ADN, que derriba a gabinetes enteros. Este canal tiene todo esto y tiene universidad abierta.

Paradójicamente, ningún otro noticiero de Córdoba refleja más la necesidad de sectores en situación de inclusión o de jóvenes en conflictos con la ley. Y sin embargo, a estos noticieros los ven más los sectores de clase media alta que la clase baja, que ve Canal 8 y ve Canal 12.

¿Acaso no tenemos razón suficiente como para interpretar lo que nos dicen desde los medios?

La cuestión, me parece, está en lo siguiente. Tobi ha sido uno de los presentadores informativos más importantes en la historia de Córdoba, pero ya está. De todos modos, mi tía Arminda (de 86 años), que me quiere mucho, cuando la voy a visitar, me dice: te soy infiel. Ella, va a ver a Tobi incondicionalmente hasta su muerte. Esa empatía, entre Tobi y mi tía, solamente uno la puede asumir si entiende que Tobi logró el lenguaje del sentido común. Yo nunca podría tener el lenguaje del sentido común. En los almuerzos familiares, discuto con mis primos, mis amigos y mis hermanos, sobre la pena de muerte, sobre cuántas cárceles debemos hacer en el país, sobre los morochos que usan moto y los detienen a cada rato. Tobi representa ese sentido común. Yo no podría hacerlo porque sé, (y como estoy en un medio público y me considero un servidor público) y este debería ser un servicio público, no puedo agregarle mayor sentido común de reacción a mis parientes y a mis amigos. Si yo los quiero y forman parte de mi vida, ¿cómo voy a alimentar esa concepción retrógrada, reaccionaria, que además va en contra de sus propios intereses?

Si no hay programas de inclusión social, si a los chicos que no trabajan ni estudian no los recuperamos nunca, si no hay dinero para las escuelas urbano-marginales. ¿Qué hacemos con los pobres? ¿Qué es más inseguro? ¿Un código penal que no tenga la pena de muerte o políticas públicas que no contemplen la inclusión de esos chicos? No tienen la culpa de haber nacido donde lo hicieron. A los míos les digo: ustedes nacieron acá, pero, ¿qué pasa si hubieran nacido en San Vicente? O en Colonia Lola, en Altamira, en Barrio Acosta. O, en lugar de haber tenido un padre periodista, hubieran tenido un padre que vende droga en un quiosco, que es un narquito al menudeo. ¿Qué culpa tendrían en ese caso? En una familia en la que no hay sentido de la cultura, ni de la educación, que casi no sabe ni leer, ni escribir, que han estado desocupados durante años, ¿qué cultura del trabajo y de las responsabilidades sociales pueden tener?

Sin embargo, tienen una pantalla de DIRECTV que les dice, como les dice a mis hijos, ¡tenés que usar zapatillas Nike! Entonces, se los planteo. ¿Hoy podés tener unas zapatillas Nike? Y sí. Pero el papá de él no. Entonces, ¿qué hace este padre si la televisión le dice que sin las zapatillas Nike nada es posible? Sale a robar. ¡Ojo! yo no defiendo a nadie. Lo que estoy diciendo es que la clase media en el país, mi tía Arminda, que ve a Tobi, que le refleja un discurso de sentido común, debería tener, por lo menos, una alerta de autodefensa. Porque alguna vez salís de tu casa, vas a la verdulería, llevás un bolso y pasa un pibe en moto y te arrebata. O llegaste tarde y abrís el garaje, y si Mestre no te puso la luz del alumbrado público en tu cuadra es más difícil la seguridad. Con lo cual, deberías pensar que otras políticas públicas deberían contemplar esas situaciones.

Porque además, por ejemplo, los que hoy hacen el servicio militar no provienen de las clases medias altas. Ni siquiera de las clases medias. Más aún, el 95 % de las fuerzas policiales y de seguridad provienen de los mismos sectores sociales estigmatizados como causantes del delito. Entonces ¿de qué hablamos?

Respecto del vínculo de Arminda con los medios, se me ocurre, y porque tengo fresca la referencia que se hizo hace una semana de la TV como una caja boba, en cierto modo, los estados, ¿no se nutren electoralmente de esos ciudadanos adecuados por los medios al consumo, a la política-espectáculo, al eterno presente, a la saturación de imágenes?

Lógico que les sirve. Y de paso, quiero hacer una aclaración. Es mentira que la televisión es el padre de todos los males. Es mentira que el grupo Clarín es el padre de todos los males. Y por último, digo que Cristina Fernández de Kirchner es la que menos se debe rasgar las vestiduras en la utilización de los grandes medios de comunicación. Porque es a mi criterio, una de las mejores comunicadoras que el poder ha dado en la historia política del país en los últimos tiempos. Para mí, hubo dos: Alfonsín y Cristina Fernández. Para las clases populares, uno: Menem. Pero Cristina Fernández utiliza los medios como ningún otro.

Se generó una discusión sobre la cadena nacional. ¿Está bien que lo haga? Por supuesto que está bien. Lo que no está bien es que use Canal 7 como si fuera el canal del gobierno. Como 6, 7, 8 no debería ser lo que es. Obviamente, en Córdoba, estamos estigmatizados como el canal kirchnerista, y radio universidad es la radio kirchnerista y los SRT son kirchneristas. La realidad es que desde el punto de vista ideológico la mayoría de mis periodistas no son kirchneristas. Peor aún, muchos son antikirchneristas. Pero nadie puede decir que Maldonado, en Zona Política, haga kirchnerismo. Galfré no es kirchnerista. Si alguien me dice que Tomás Méndez es kirchnerista, yo soy una monja.

ADN, ¿voltearía a un gabinete kirchnerista?

ADN voltea lo que quiere. Si hay un programa que se define como apolítico es ADN. Mi discusión con Tomás es que hace demasiada antipolítica. Él debe acusar a los funcionarios corruptos, señalar las deficiencias del gobierno, etc. pero no podemos hacer antipolítica. Mi hijo mayor, Martín, casi 33 años, no cree en nadie. Desprecia la política y no participa en nada. Estudia y labura. Pero trato de hacerle ver que tiene un problema. ¿Por qué? Porque alguien decide. El está decidiendo que otros decidan por él. Porque alguien decide cuánto le van a cobrar el boleto de colectivo hasta la facultad. Para personajes como Martín, la antipolítica sienta bien. ¿Por qué? Porque total son todos unos ladrones. Pero nadie le puede decir a Tomás Méndez que es kirchnerista.

No miro ADN y debo reconocer que es inevitable no saber qué sucede después de cada emisión del programa, pero quiero decir, a mi entender, viene a reivindicar al periodismo de investigación, en tanto y en cuanto, en los últimos tiempos, se nos había puesto difícil distinguir lo que respondía a una investigación de lo que tenía que ver más bien con filtraciones gubernamentales interesadas…

Si, obvio. ¡Operaciones! ¡Por Dios! Hay infinidad de operaciones. Operaciones del gobierno y operaciones de los grandes medios. Por ejemplo, Perón llega al poder con la fórmula «Braden o Perón». Braden era el embajador de los EE. UU. en Argentina. Digo, el eslogan no mencionaba a los candidatos presidenciales de la alianza Unión Democrática, representada por Tamborini y Mosca. El peronismo siempre tuvo, a diferencia del radicalismo y otras fuerzas políticas del país, la excelente visión de definir el adversario, corporizarlo en una persona, en un eslogan, en una situación que polarizara a la sociedad y que fuera sencillamente comprensible por la inmensa mayoría.

Por lo tanto, Cristina definió su adversario. ¿Quién era su adversario? ¿Binner? ¿Macri? ¿Cobos? No. El adversario es Clarín. Ni siquiera Massa que no lo nombró nunca. Al gobierno le conviene esta pelea con Clarín. Pero recién cuando pase la hojarasca, sabremos si el grupo Clarín continúa teniendo el poder hegemónico que tiene. Seguro no lo tendrá en la dimensión actual, pero al gobierno se le van a acabando los argumentos de excusas.

La Ley de Medios es mucho más que el grupo Clarín. Para ser aprobada, el gobierno tuvo que aceptar cosas que no le hubiera gustado aprobar. El gobierno todavía nos debe a los argentinos el plan director de frecuencias. Porque el gobierno todavía no sabe quiénes son los titulares de frecuencias de radio y televisión en Argentina. Eso impide que se llame a concurso para la distribución del espectro. La Ley de Medios dice: 33 % medios públicos, 33 % de medios comerciales y 33 % medios de organizaciones sociales, iglesia católica etc. no gubernamentales. Pero, para poder distribuir el espectro, tiene que saber quién es quién. Todavía, después de cuatro años de la ley, esto está pendiente. Tiene que haber una ley para transparentar la publicidad oficial. Tiene que haber una ley de acceso a la información y este gobierno todavía restringe el acceso a información que infinidad de medios y periodistas le piden. Mi impresión es que hace falta mucho por hacer.

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Ana María Araujo

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Ana María es Doctora en Sociología, Magister en Filosofía y Diplomada en Psicología. Se desempaña como Profesora e Investigadora en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Uruguay).

Es autora del libro «Todos los tiempos, el tiempo». Trabajo, vida cotidiana e hipermodernidad, motivo que me llevo a consultarla sobre la problemática del pasaje del tiempo, la vertiginosidad y sus repercusiones en la transformación de las subjetividades.

Por Diego Pereyra

En la actualidad, todo es efímero, lo único que pareciera ser real es lo que se vive en tiempo presente, pero ¿qué es lo real?

Creo que estamos viviendo un momento de mutación civilizatoria en donde las coordenadas espacio-temporales, las formas de vínculo, de comunicación, el conocimiento y hasta las emociones están transformándose de manera vertiginosa. Por lo tanto, la realidad es virtual de algún modo. Esta virtualidad hace, mucha veces, que nos desterritorialicemos. Que no tengamos un contacto a través de los cinco sentidos. La realidad se ha convertido, en gran parte, en la imagen y en un tiempo que no podemos aprehender en toda su riqueza. Para referirse a esto (y para introducir a los lectores en las distintas dimensiones de lo que él llama Vida Líquida), Zygmunt Bauman cita a Ralph Emerson: «Cuando patinamos sobre hielo quebradizo, nuestra seguridad depende de nuestra velocidad». A mi entender lo dice de forma irónica ¿no? Primero patinamos, ni siquiera corremos, nos deslizamos en esa realidad. Esto da una sensación no de superficialidad sino de gran fragilidad. La realidad como hielo, en este caso, se resquebraja. Patinamos en esa realidad con una incertidumbre internalizada. En resumen, la realidad es incierta, frágil, se puede resquebrajar en cualquier momento. Patinamos sobre ella. No caminamos sólidamente. Todo esto sucede a gran velocidad. Si bien no caemos, estamos todo el tiempo patinando.

De algún modo, en muchos momentos, ¿la vida nos pasa por al lado?

Estamos agobiados por la información y el consumo. Queremos tener más y más y más. Hay una gran ansiedad en todos nosotros. La necesitamos para mantenernos bien en el trabajo, para mantenernos lúcidos, para mantenernos en buen estado físico. Estamos todo el tiempo pensado en «hay que, hay que». Tenemos la sensación de que estamos, ahí, al momento, al día, al toque. Todo esto genera mucha ansiedad, lo que, en definitiva, termina en mucha angustia. Consciente o no. Creo que en ese sentido, el universo del trabajo es un ejemplo claro. Para estar en carrera (profesionalmente hablando), estamos permanentemente en tensión. Como un arco y una flecha. Pero esa tensión desgasta. Desgasta los cuerpos, desgasta las almas, desgasta el espíritu. En el mundo virtual en el que estamos, que es real evidentemente, ese desgaste es fundamentalmente intelectual, psíquico. Por eso, es tan importante aprehender la realidad para no caer en el agotamiento, en el burnt out, en el estrés y fundamentalmente para valorar los afectos y los vínculos profundos. Creo que muchas veces, esta historia del touch and go, de las relaciones rápidas (aunque intensas) generan una satisfacción instantánea muy fuerte pero que, posteriormente, generan un profundo vacío. Creo que en esta aceleración del tiempo, muchas veces estamos jugando una carrera contra el vacío de nuestra existencia.

Lo cual, estimo, hace difícil saber qué es la felicidad…

Creo que la felicidad es una cuestión muy subjetiva. Está inserta, además, en un tiempo y un espacio. Quizá, para mí, la felicidad a los 20 años fuera una, y ahora sea otra. Creo también que la felicidad, para una mujer en Afganistán o en China, no es la misma que la de una mujer en New York. No soy totalmente afín al relativismo cultural pero creo que quizás hay valores universales que hay que rescatar. Debemos ir al rescate del amor, al rescate de lo ético, al rescate de una armonía interna en lo que pensamos o hacemos, y que nos conduce a una serenidad feliz. Bajo la paradoja en este momento histórico de la hipermodernidad, encontrar serenidad y armonía es muy difícil. Es un desafío y creo que tenemos que lograrlo.

¿Hasta dónde los medios audiovisuales son responsables de las representaciones o efectos de realidad?

La tercera revolución tecnológica que estamos viviendo es fantástica. El hecho de estar realizando esta entrevista por Skype, y más tarde poder hacerlo con algún amigo en París o Atenas. O el hecho de poder mandar imágenes por Facebook del momento que estoy viviendo, es realmente interesante. Por eso, creo que no hay que demonizar a los medios. Sí, no hay que caer en la fascinación mágica. Creer que esto puede reemplazar la comunicación profunda y personal del ser humano. Hay que utilizar toda la tecnología posible pero siendo críticos como para no entrar en la fascinación. Insisto, estamos viviendo una mutación civilizatoria. En pocos años, los chicos van a tener una aproximación a la realidad que no imaginamos. No podemos negarnos a ello.

Por eso es que no podemos caer en la inobservancia de que los sitios más visitados en Internet corresponden a sitios con contenidos pornográficos…

Hace dos años, estuve en Japón y tuve la oportunidad de entrevistar a Yasuo Kobayashi (Director del Instituto de Filosofía, Universidad de Tokio). Él hablaba de cómo esta realidad virtual trastoca valores, trastoca vínculos y nos sumerge en un universo de ángeles y demonios, ¿no? que no podemos manejar, no podemos controlar. Muchos psicólogos en Tokio están preocupados, justamente, por los jóvenes que están las 24 horas encerrados en su pieza. Reciben educación a distancia, se contactan con sus amigos por emails, bajan películas, bajan música, tienen sexo prácticamente a través de la masturbación. En este escenario, lo único sólido y no virtual es la comida. Los jóvenes están fascinados por la tecnología. Ojo, déjame aclarar que con todo esto, no pienso que lo virtual sea malo sino que debemos ser más críticos. Estamos muy exacerbados. Por ejemplo, perder el celular hoy es como perder una parte de tu vida aunque muchas veces estar conectado es innecesario. Es de una banalidad total. Creo que quienes tenemos tiempo para pensar, para desarrollar un pensamiento crítico, alternativo, lejos de los espejismos, no debemos entrar en la fascinación de las redes sociales. En resumen, a la tecnología hay que darle el lugar que tienen. Por ejemplo, en el siglo XIX, cuando aparecieron las máquinas, el sector obrero se moviliza porque entiende que hay una intención de suplantar al humano. Luego, el movimiento obrero, con la riqueza de su conocimiento, entiende que no puede hacer una abstracción de las máquinas. Lo mismo sucede con nosotros y las redes sociales. No podemos abstraernos de Facebook, Twitter, Skype, de los iPhone o de los smartphones. No, pero, por favor, sigamos rescatando lo esencial del ser humano que es lo ético y la empatía con el otro. Esto solo se logra a través del contacto. No tenemos que dejarnos avasallar por la pantalla y la imagen. No hay que reemplazar el pensamiento y la palabra por la imagen.

En este mundo virtual, ¿podemos visualizar a Twitter como un cerebro colectivo?

Debo decir que no tengo Twitter pero soy consciente de que muchas veces lo que se dispara desde estos medios es incontrolable. Nos supera ampliamente por lo que no está mal pensar en la imagen de cerebro colectivo. Pero déjame que te lea una frase de Kobayashi que tiene que ver con lo virtual. «No podemos negar el pasaje del tiempo, no podemos volver a la tierra, enraizarnos, no es así de fácil. El ser no es solamente terrestre. Se está descubriendo que nuestro ser no estaba ligado forzosamente a la tierra y a la materia. Es espiritual, es virtual. Sus vínculos son también virtuales, conectados en tiempos y espacios nuevos». Te leo otra. «Este inmenso sistema, hecho de fragmentaciones tecnológicas y de valores sin rumbos se combina con el tiempo acelerado y la menor reflexividad. Es un sistema que lleva dentro suyo necesaria y fundamentalmente una dimensión catastrófica».

No quiero justamente pensar que, cuando Kobayashi habla de dimensión catastrófica, está hablando de catástrofe como momento, como caos, aunque sabemos que, del caos, surge el universo y una posible armonía. Entonces, no nos quedemos en el caos y en lo catastrófico sino que tratemos de darle una dimensión humana y apoderémonos de las nuevas tecnologías.

El cuerpo es también un indicador, el más palpable diría, de cómo pasa el tiempo…

La búsqueda de la eterna juventud es un tema de todos los tiempos. Se me ocurre Goethe con Fausto, que vende su alma al diablo para ser joven, también para estar con Margarita pero fundamentalmente para ser joven. O sea, desde hace siglos, y ahora con colágenos, cirugías, spa, el ser humano está buscando luchar contra la muerte. Está buscando la no decrepitud del cuerpo a través de las nuevas tecnologías, de la ciencia. En la edad media, el índice de mortalidad del hombre era de 30 años y el de la mujer 35 años. Ahora, el índice del hombre es de 72 y de la mujer 76. Hemos avanzado muchísimo y me parece maravilloso. Pero el cuerpo es lo más sólido del pasaje del tiempo. Estamos, aún, en lo sólido, ganándole al tiempo. ¿Qué quiero decir con esto? Que no hay espacio ni tiempo para pensar la muerte. Tenemos derecho a hacerlo pero, ¿qué es detener la muerte? Eugene Enríquez decía que el enfrentarse a la finitud transforma la vida en la búsqueda de la ética porque nos damos cuenta que lo único que nos queda es la actitud ética con el mundo y con el otro.

¿Cómo puede explicarse que en el inconsciente de los sujetos está la clave para interpretar la cultura?

En este sentido, rescato a Freud en su concepción del inconsciente. Considero que también el inconsciente está transformándose. Los psicólogos, sociólogos clínicos, psicólogos sociales, antropólogos etc. tenemos que ponernos a trabajar sobre las transformaciones no solo a nivel conductual sino cuestiones más profundas. Por ejemplo, descubrir el porqué estamos cambiando nuestras formar de relacionarnos.

La idea del progreso hace que busquemos mejor educación, salud, puestos de trabajo, en cierto modo, una «mejor calidad de vida». En muchos casos, hace que migremos hacia grandes centros urbanos. ¿Vamos configurando familias fragmentadas?

La hipermodernidad atraviesa a todas las instituciones. Reich decía que la familia es una fábrica de ideología, una institución en la cual se generan los vínculos y una socialización primaria fundamental. Creo que esta familia tradicional está transformándose. Claramente, ya no podemos hablar de mamá, papá y los nenes. Evidentemente hay familias monoparentales, familias de parejas gays, familias de lesbianas. Todo esto va generando transformaciones muy profundas. El tema es cómo, desde estos nuevos espacios, se pueden seguir generando vínculos éticos. Hay que reconocer que, muchas veces, esos cambios son positivos y que nos pueden ampliar el horizonte de lo que fue la familia tradicional. La clave esta, para mí, en desarrollar un pensamiento crítico, responsable y ético frente a los nuevos desafíos de esta hipermodernidad. Tenemos que ser capaces dialécticamente de no quedarnos en la tesis sino que hay que ir a la antítesis para buscar una síntesis de este momento. O sea, no quedarnos en lo negativo pero tampoco fascinarnos por lo que nos aporta este momento. Esto exige estar permanentemente alerta al desafío de estas nuevas sociedades.

¿Hay algo que a mí se me está escapando y usted quiera resaltar de esta civilización hacia donde estamos mutando?

Te voy a leer una frase de Enríquez, que para mí es un gran sociólogo pero sobre todo filosofo ¿no? Dice: «Es necesario siempre retener en cada palabra su punto de silencio, que abre su camino en nosotros mismos y en el otro, y para ello es necesario escuchar al tiempo». Diría que tenemos que darnos tiempo para escuchar nuestros deseos y bucear en las profundidades del ser humano. Realmente estar comunicados y no solamente conectados. Debemos encontrar nuestro tiempo interno.

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Roberto Miguelez

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Roberto Miguelez es Licenciado en Filosofía, Doctor en Sociología, Profesor Emérito de la Universidad de Ottawa y miembro de la Sociedad Real de Canadá; sin embargo, la sensibilidad de su obra permite internalizar las razones de una realidad infinitamente variada y compleja sin esfuerzos.

Por Diego Pereyra

El periodista Jonathan Freedland (del diario británico The Guardian) propuso, en una columna de opinión, ver al Papa Francisco como el nuevo modelo de la izquierda mundial ante la alicaída imagen del presidente de «la esperanza y el cambio», Barack Obama. Por lo tanto, ¿se encuentra en el discurso religioso la mejor posibilidad de un uso ideológico?

Separo la pregunta del comentario que la inspira y propongo reemplazar el término «uso» por el término «efecto». ¿La razón? «Uso» connota voluntad y, con ella, sus asociados como: autor o responsable, objetivo, premeditación, instrumentalización, etc. «Efecto», por su parte, está desprovisto de estas connotaciones y esto supone que un efecto ideológico puede producirse fuera de toda intención, independientemente de toda responsabilidad y autoría.

Propongo definir el efecto ideológico como aquel que tiene como consecuencia la reproducción de la forma de las relaciones sociales, su modificación o transformación. Y planteo definir la ideología no como una «cosa», sino como el efecto caracterizado de una «cosa». A diferencia de las teorías habituales de la ideología que hacen de ella una «representación» (generalmente, considerada falsa, más aún engañosa), el «nominalismo» de esta perspectiva apunta a los efectos tanto de representaciones, como de tradiciones, de prácticas y de normas.

Las religiones, justamente, constituyen sistemas más o menos integrados de representaciones, de normas y de prácticas. En cuanto tales, ellas pueden tener efectos ideológicos (como pueden tener otros tipos de efectos, no ligados a la forma de las relaciones sociales; por ejemplo, efectos de tipo moral ligados a sus constituyentes normativos, o efectos sobre la subjetividad de los individuos ligados a ciertas representaciones) como la de una vida en el más allá. Y esos efectos ideológicos de las religiones pueden tener uno u otro tipo de consecuencias sobre la forma de las relaciones sociales.

¿De qué dependería, pues, el tipo de efecto producido? La respuesta a esta cuestión obliga a un análisis de la coyuntura, más exactamente, de la «posición» de la representación (religiosa en este caso) en la estructura concreta del poder (social) así como de la forma de sus intervenciones en los conflictos sociales. Sin embargo, la suposición que parece contener la pregunta no es arbitraria: las religiones se han, en muchos casos, institucionalizado ocupando lugares centrales en las estructuras del poder social y colaborando así en la reproducción de relaciones sociales de dominación.

¿Por qué cree que el «efecto Francisco» viene a ser lo que Huntington consagra como La revancha de Dios?

Comparto la caracterización que propone Huntington del tipo de conflicto que parece dominar en el mundo contemporáneo mediante el «choque de civilizaciones» aunque con dos reservas. La primera, que lo que así se caracteriza es lo que aparece, y se busca que aparezca en las conciencias; la segunda, que de algún modo, ella constituye una explicación y tiene como efecto ocultar las formas reales del conflicto.

En la perspectiva de Huntington, las religiones constituirían el núcleo de las culturas y estas, a su vez, el núcleo de la vida social. El «retorno» a lo religioso supondría entonces un «retorno» a las fuentes mismas de la vida de los pueblos. ¿Por qué se daría el «choque» entonces? Porque las culturas, las civilizaciones, constituirían sistemas cerrados, distintos, potencialmente antagónicos.

Por su parte, en la concepción del «retorno», se plantea a los pueblos como soportes de múltiples culturas, como sistemas complejos y abiertos en los cuales las religiones podían jugar un rol importante dependiente de sus posiciones en las estructuras del poder social.

Huntington renueva, de un modo u otro (en rigor, llevándolas a un extremo), las tesis del historicismo alemán del siglo XIX: la de un «espíritu» de los pueblos que haría de cada uno una perfecta individualidad. Este historicismo nace como alternativa teórica y política frente a las corrientes socialistas del siglo XIX y, como se sabe, proporcionará elementos teóricos fundamentales al nazifascismo del siglo XX.

A mi parecer, no se han medido en toda su amplitud las consecuencias de la derrota política y filosófica de las experiencias así llamadas «socialistas» del siglo anterior. Una de esas consecuencias es, justamente, «la revancha de Dios». Es decir, la sustitución en las conciencias de un proyecto colectivo de liberación social, de transformación de las relaciones sociales de dominación, por un proyecto individualista de salvación personal y puramente espiritual, (cuya consecuencia, por supuesto, es dejar inconmovibles esas relaciones sociales). Diría, pues, que no es tanto la revancha de Dios, sino la del sistema social de dominación lo que significa un «retorno» de lo religioso.

Los fenómenos migratorios, la mercantilización y la internacionalización de productos culturales traen como consecuencia situaciones de desculturalización. ¿Cuál es el rol del fundamentalismo en este escenario?

Las situaciones de «desculturalización» no constituyen una novedad en la historia de los pueblos. Más aún, la destrucción de culturas ha, muchas veces, acompañado las situaciones de dominación. Esto lo saben, mejor que nadie, los pueblos americanos. Ahora, ¿ciertamente estamos hablando de «desculturalización»? Yo diría, más bien, que se trata de cambio cultural. Este puede ser más o menos importante dependiendo de los elementos culturales que cambian o desaparecen pero que es inevitable en cuanto dos o más pueblos entran en un contacto regular. Por otra parte, el cambio cultural puede ser tan importante que haga irreconocible la cultura «original».

Sin embargo, el fenómeno que me parece más importante en lo que se refiere a los cambios culturales que se operan en el mundo contemporáneo es el de la uniformización o estandarización cultural. En otras palabras, la sistemática pérdida de la diversidad cultural. El caso más elocuente es el de los «centros de compra» (shopping). Desde su arquitectura hasta los productos mismos que se ofrecen en ellos, pasando por las formas de presentación, de venta y hasta de decoración, nada nos permite saber si estamos en Pekín, en Nueva York, en Moscú, o en Buenos Aires. En el origen de este fenómeno se encuentra, por supuesto, la «racionalización» de la producción y la mundialización de las relaciones de producción capitalistas. Esta uniformización o estandarización no concierne solo a las mercaderías o la arquitectura sino que también afecta el campo de los valores.

Los «fundamentalismos» o «integrismos» (siempre religiosos, y esta aclaración es fundamental) constituyen «estrategias» de defensa frente a semejante fenómeno. Lamentablemente, esas estrategias, al aceptar, implícita o explícitamente, la teoría del «choque de civilizaciones», se colocan objetivamente en el terreno del «enemigo», y así dejan intactos los fundamentos mismos del fenómeno: la dinámica propia al modo de producción capitalista y a sus relaciones sociales de producción.

¿Cuáles son las condiciones que ofrecen los fundamentalismos a individuos desarraigados?

Diría que sobre todo dos: la primera: «comunidades imaginarias pero bien concretas». La segunda: substitutos, de ningún modo imaginarios de comunidades perdidas, ya sea porque han sido malamente heridas, o porque han sido simplemente destrozadas. Los fundamentalismos encuentran sus «soportes» en individuos cuyo desarraigo no ha sido realmente querido, no ha sido el producto de un proyecto, como es el caso del desarraigo de un cierto tipo de emigrantes, sino el producto de una imposición.

Tomemos el caso de la inmigración en Argentina, tanto la antigua, de origen sobre todo europeo, como la reciente, sobre todo de origen latinoamericano. Esos inmigrantes han abandonado o abandonan comunidades en las cuales, por razones sobre todo de orden económico (dejemos de lado los motivos políticos, no por cierto de menor importancia) los proyecto de una vida mejor y de un desarrollo personal satisfactorio se revelan difíciles y hasta imposibles en muchos casos. Pero no por eso las comunidades de origen dejan de ser sus comunidades, con las pueden entonces mantener y mantienen relaciones a veces bien estrechas.

Un cierto tipo de emigración, sobre todo proveniente del África (negra y blanca) y cuyo destino es sobre todo Europa, aunque sus razones sean también las de una vida mejor, esencialmente económica, difieren del otro tipo de emigración al que acabo de referirme en dos sentidos: se ven obligados a desarraigarse (y el drama terrible de tantos y tantos emigrantes que mueren en el Mediterráneo tratando de entrar en Europa en barcazas que naufragan es un índice suficiente de esta diferencia), y además abandonar comunidades heridas o destrozadas. La ruptura con las comunidades de origen es así el causante de un verdadero desarraigo. Pero hay otra circunstancia fundamental que afecta a este tipo de emigrantes y es que los países que los reciben o a los que llegan de un modo u otro, los consideran, incluso en Argentina, trabajadores a asimilar cooperando en la construcción de una nación (recordar «Gobernar es poblar», con extranjeros, por supuesto), en el mejor de los casos, como simple fuerza de trabajo dócil y explotable y, en el peor, como una especie peligrosa, inferior.

Es en estos terrenos donde se propagan los fundamentalismos y son esas condiciones las que permiten, más aún, favorecer esta propagación. Los desarraigados no son solamente aquellos emigrantes a los cuales acabamos de referirnos, también lo son aquellos que han permanecido, que debieron permanecer, en sus comunidades heridas o destrozadas. Estos también constituyen objetivos ideales de la propaganda religiosa fundamentalista.

En el vacío de las relaciones comunitarias tradicionales que enfrentan unos y otros, esa propaganda busca llenar ese vacío con una concepción religiosa comunitaria del mundo (la «comunidad de los creyentes» – la «umma» islámica, por ejemplo) y con prácticas de ayuda mutua, tanto económicas como afectivas (aunque siempre bajo estructuras profundamente autoritarias). A estas me refiero cuando hablo de substitutos, de ningún modo, imaginario de comunidades perdidas o destrozadas.

Los sociólogos no están exentos a esta cuestión de «sellos ideológicos». ¿Cuáles son los riesgos de este comportamiento?

Uno de los análisis de Jurgen Habermas fue traducido con el título La técnica y la ciencia como ideología. El título es absurdo puesto que ni la ciencia ni la técnica pueden ser ideologías (si por ideología, se entiende una representación falsa y engañosa). Y el error no se encuentra en el traductor. El análisis de Habermas apunta más exactamente a los efectos ideológicos que puede provocar la ciencia y la tecnología, o que provoca en el contexto de un cierto tipo de relaciones sociales y de estructura del poder: el contexto de un capitalismo «avanzado». En la perspectiva que suponen mis respuestas, y que se hace explícita en la respuesta a la segunda cuestión, las teorías sociológicas y los análisis de los sociólogos pueden tener efectos ideológicos, incluso, si no frecuentemente, independientemente de la voluntad o de la consciencia de estos. Esto no quiere decir que todas las teorías sociológicas poseen la misma capacidad virtual de producir efectos sociológicos de uno u otro tipo, y esta observación es válida también en cuanto a las «teorías» religiosas. ¿Qué es lo que hace que ciertas representaciones, teóricas o no, posean diferentes capacidades de producción de efectos ideológicos, y de qué tipo de efectos? La respuesta a esta pregunta no es fácil de elaborar aunque intuitivamente pueda suponerse que ciertos elementos de la representación en cuestión tengan más chance que otros de jugar ese rol. Por ejemplo, un elemento representacional como el bíblico de Eva y el destino humano tiene intuitivamente más chances de reproducir un estatus de subordinación social de la mujer que de incitar a la transformación de ese estatus. Si aceptamos la perspectiva de Kuhn de la pertenencia paradigmática de las teorías científicas, y en especial de las teorías sociológicas, es plausible pensar que un paradigma organicista tiene más chances de inducir efectos ideológicos de reproducción de relaciones sociales de dominación que el paradigma de los conflictos.

Al existir tantas realidades como enfoques y teorías posibles, ¿cree que el cosmopolitismo sea la manera de racionalizar un nuevo sistema de valores y de prácticas integradoras?

Yendo a sus orígenes griegos, el término «cosmopolitismo» pertenece al vocabulario de la teoría política y designa un estado (sentirse «ciudadano del mundo») como un programa: el de una comunidad política universal. Desde esta segunda acepción, puede plantearse la cuestión en los términos siguientes: ¿el programa de una comunidad política universal supone, o conduce a, un sistema de valores y de prácticas integradas, o integradoras? Ya filósofos, como Leibniz o Kant (para no citar más que a estos), concibieron la idea de comunidades políticas que transcenderían los límites de los estados-nación aunque en la perspectiva de un estado ininterrumpido de paz.

Marx, por su parte, no dejó de observar, en la dinámica propia del modo de producción capitalista, una tendencia inexorable a la universalización de valores y de prácticas, más aún, ligada, esencialmente a una empresa de racionalización, que Max Weber examinara en todas sus formas y consecuencias. La emergencia de instituciones y entidades supranacionales, como las Naciones Unidas, en primer lugar, la Unión Europea como ejemplo de las segundas, ha exigido y exige una «racionalización» de prácticas sobre todo económicas y jurídicas así como, aunque esto pertenezca más bien al ámbito de lo que no siempre se confiesa, de valores. Lo que está en juego en estas operaciones no es, a mi parecer, tanto el reconocimiento de una multiplicidad de enfoques y de teorías como las exigencias prácticas de una mundialización de la producción, más exactamente, de una generalización a la escala del mundo de las relaciones de producción capitalista.

En este contexto, «racionalización» significa racionalidad instrumental, como lo observó justamente Max Weber, correlativa de esos valores que son propios a ese tipo de relaciones: provecho, individualismo, competitividad, etc.

El populismo, ¿es la manera simple de administrar el conflicto producido por diferencias culturales y materiales de la sociedad moderna?

Diría que los socialismos, de los países de Europa occidental, constituyen reformismos de países «centrales» mientras que los populismos, en particular latinoamericanos, constituyen reformismos de países «periféricos». La «centralidad» de esos países europeos denota la posición dominante que han ocupado históricamente. La «periferia» de los países latinoamericanos denota la colonización que marca sus historias. Lo que emparenta esos socialismos y esos populismos es su reformismo, es decir, el programa de una redistribución de la riqueza destinada a mejorar la situación de los sectores trabajadores aunque siempre en el contexto de sociedades con estructuras capitalistas.

Varios elementos los diferencian, sin embargo; los populismos son nacionalistas, no legitiman el reformismo como una teoría social sino más bien con una «doctrina» generalmente difusa y moralizante. Aseguran su coherencia política de manera «vertical». Es decir, con relaciones de lealtad y obediencia a un líder carismático y no tanto a un partido político organizado. En fin, nadan en una simbología apegada a experiencias vividas por los sectores proletarios, la que es, entonces y en buena medida, no intelectual, incluso anti-intelectual.

Son estos elementos diferenciadores los que han conspirado y conspiran contra la aceptación de los socialistas de programas y de gobiernos populistas, pese a la orientación común en favor de las clases trabajadoras y de su similar metodología.

¿Pueden entonces los reformismos (socialistas o populistas) «administrar» los conflictos sociales? La respuesta me parece clara: depende totalmente de la coyuntura económica en la que se encuentre el programa de redistribución. En otros términos, depende, para su posibilidad o efectividad, de factores que en último término no controla, ni pretende controlar.

No sería difícil mostrar que los populismos (y los socialismos) prosperan en momentos de expansión económica ya que se encuentran con la posibilidad objetiva de practicar una redistribución más justa sin afectar los intereses de los grupos dominantes. Por el contrario, favorecen un mercado interno de consumo y de inversiones, mientras que en situaciones de crisis, o bien son desplazados del poder o bien, como lo muestra la experiencia de los socialismos europeos, dejan de lado los programas de redistribución para alinearse sobre los intereses de los grupos dominantes.

En la primera situación, «administran» objetivamente los conflictos potenciales, en la segunda, y cuando no son desplazados del poder, hacen valer sus «tradiciones» y su clientela política colaborando en la «administración» de los conflictos reales.

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Eduardo Medina

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Eduardo es Médico Cirujano, Psiquiatra y Máster en Adicciones. Fue Director de la clínica Claude Bernard durante 25 años.

Dedicado a la investigación y la docencia, en su blog, lleva años publicando artículos sobre salud mental y su influencia en un contexto histórico, cultural y social determinado.

Por Diego Pereyra

Uno piensa a las metáforas como herramienta de la poesía, sin embargo, ¿qué papel cumple en la relación médico-paciente?

Para la necesaria reelaboración de nuestro pensamiento y práctica, debemos aprovechar los ricos recursos de la psicología, la lingüística, la comunicación y las ciencias humanas, en general, orientados a viajar por algunos territorios del universo de las metáforas, para explorar si los impensables avances en el tema, en las últimas décadas, pueden ayudarnos en el camino de nuestra habilidad de comprensión con el otro. Sabemos que la comprensión en la relación médico-paciente es esencial. Las metáforas no son decorativas o poéticas, sino que resultan esenciales para comprender aspectos de la vida y configuran la relación médico-paciente. No tenemos forma de pensar los elementos complejos de interacción humana en nuestra realidad sin metáforas, y cuanto más abstracto es el problema, se necesitará mayor número y “capas” de metáforas. Así, cuando nos referimos al tiempo, la vida, el amor, la pareja, las emociones, los síntomas, los objetivos, el sentido, los valores, lo bueno y lo malo, la salud, la medicina, la cardiología y las enfermedades, lo hacemos constantemente con metáforas. Aún cuando la ciencia se ha separado de la literatura creando un lenguaje con pretensiones de rigurosidad y objetividad, gran parte de la creatividad científica depende de la capacidad de proponer modelos metafóricos a fenómenos de comprensión compleja. En el caso de las enfermedades, es cierto que no existe la enfermedad como fenómeno objetivo, sino, solo personas que padecen sufrimientos similares que podemos agrupar por sus características. Utilizamos con frecuencia metáforas ontológicas, es decir, le damos a ese comportamiento las características de una entidad con vida propia e incluso con características humanizadas. Así, las enfermedades adquieren intencionalidad, agresividad, temperamento y otras correspondencias múltiples con los caracteres humanos.

Esto me da pie para pedirle, por favor, me explique con sus palabras qué es la bipolaridad.

«Soy bipolar» es una expresión con la que varias personas se presentan en sociedad, incluso se ha vuelto un insulto corriente en los ámbitos escolares: «es que fulanito es muy bipolar», y cuando se pide explicación sobre su contenido, simplemente se expresa que en algunos momentos está triste y, al momento siguiente, está alegre o «normal».

Por su parte, el Manual Diagnóstico Estadístico de las Enfermedades Mentales (DSM) establece el trastorno bipolar por la presencia de estados de manía alternantes con estados de depresión. Postula que su causa es biológica: «un desequilibrio electroquímico en los neurotransmisores cerebrales» y su tratamiento es con medicamentos psiquiátricos: benzodiazepinas, antipsicóticos y antidepresivos.

El psicoanálisis no reconoce esta entidad como tal, pero apoyado en la psiquiatría clásica, tiene una teoría del duelo, de la angustia, de la depresión y del humor.

¿Cómo es que el trasfondo cultural de una sociedad puede afectar a la creatividad de los individuos y aumentar la depresión?

Estamos en una sociedad vertiginosa, con aumento de la tecnología y, no correlativamente, con la relación humana face to face, Aunque aplaudo que se haya encontrado, por fin, en la tecnología una aliada, que cada vez haya más personas de edad que utilizan las redes sociales para relacionarse de manera abierta y cordial con sus amigos y familiares. Y celebro que los más pequeños jueguen con nuevos dispositivos desde su más tierna infancia, convirtiéndolos en unos elementos más de su paisaje lúdico y vital. Jugar es aprender, y el juego no se abandona nunca a lo largo de nuestra vida. Simplemente, evoluciona, cambia, para seguir permitiendo que ensayemos, que aprendamos a veces casi sin darnos cuenta. Este trasfondo cultural no tiene que afectar la creatividad y aumentar la depresión, más bien sería que, a veces, afecta al cuerpo, aún así, mantienen sus mentes claras y a veces brillantes, sino veamos un ejemplo en la historia: una vez le preguntaron a Isaac Asimov quién era el científico más grande de la historia de la humanidad. Sintió la pregunta más como un alivio que como una inquisición. «Si me hubieran preguntado por el segundo más importante, habría estado en problemas», aseguró el viejo escritor ruso-norteamericano de ciencia, ciencia ficción y todo lo demás. Entre los candidatos a segundo mejor científico de la historia citó a Einstein, Darwin, Galileo, Arquímedes, Pasteur, y alguno más. Pero respecto del primer puesto, no tenía la más mínima duda: «Isaac Newton fue el talento científico más grande que jamás haya visto el mundo. Tenía sus faltas: era un mal conferencista, tenía algo de cobarde moral y de llorón autocompasivo y víctima de sus serias depresiones. Pero como científico no tenía igual».

A veces, involuntariamente, somos «testigos» de hechos de corrupción o violencia, y en vez de actuar positivamente mediante la denuncia, nos evadimos. ¿Podemos encuadrar esta inmoralidad como un accionar bipolar?

No encuentro similitud entre quienes padecen bipolaridad y quienes evaden el deber de ciudadano. A esto lo llamaría cobardía, es propio de espíritus débiles totalmente contrario a los bipolares en los que prima la emocionalidad sobre la racionalidad.

Es sabido que el poder enferma, y que incluso tiene rasgos en común con el narcicismo, ¿es por eso que el denominado «Síndrome de Hybris» aparece naturalmente ligado al ámbito político?

Hibris en la antigua Grecia significaba desmesura y era vista como un desborde de la condición humana que lleva a desafiar a la divinidad. En la actualidad, la palabra hibris es traducida como soberbia o infatuación: y es cuando el poder se vuelve una patología. Hibris es el lado oscuro del liderazgo, de cualquier liderazgo, aunque es más manifiesto cuando el líder es político. Los jefes importantes, por ejemplo, de empresas, suelen tener carisma, embeleso, habilidad para inspirar a otros, capacidad de persuasión, disposición para tomar riesgos, grandeza de aspiraciones y confianza en sí mismos. Pero suelen estar signados por el ímpetu, el rechazo a oír consejos, una forma de incompetencia derivada de la impulsividad, dificultad para evaluar las consecuencias de los propios actos y un desdén por los detalles propio de quienes se creen infalibles. Es un desorden de personalidad adquirido: excesiva confianza en sí mismo, orgullo exagerado, desdén por los demás; tiene rasgos en común con el narcisismo, pero es una manifestación más aguda, que incluye el abuso de poder y la posibilidad de dañar la vida de otros. Puede ser pasajero o persistente, en general, desaparece cuando cesa el liderazgo o el ejercicio del poder. Rescato, como principal característica, el exhibir un celo mesiánico y exaltado en el discurso, perdiendo el contacto con la realidad.

En muchas ocasiones, somos señalados como neuróticos, histéricos, esquizofrénicos, antisociales, etc., ¿acaso los trastornos de conducta y emocionales no son normales en un mundo en crisis?

A los trastornos como neurosis y psicosis, o también a los de conducta, podríamos llamarlos reacciones habituales pero nunca normales; es decir, todos tenemos un poquito de toda esas sintomatologías que no adquieren importancia cuando son reactivos a problemas del contexto que habitan. El problema aparece cuando son procesos encubiertos y se manifiestan ante cualquier crisis, y se distinguen porque tienen características específicas, con reacciones exageradas, conductas impropias, desviaciones del sentido común con preponderancia del sentido propio, etc.

En este contexto, el desafío es alcanzar un nivel de «convivencia social aceptable», pero ¿cómo se logra?

Parafraseando a la Lic. Elena Farah, en su libro Entre la convivencia y la disciplina, donde nos hallamos hoy, la convivencia se construye dentro de un marco de libertades consensuadas y responsables, teniendo en cuenta al otro, mi prójimo. Es una construcción de la educación. En un país en crisis, construir un orden lleva un tiempo, de acuerdos, de diálogo, poniéndose en el lugar del otro; cosa que no se percibe aún en nuestro país, donde la economía de mercado predomina, con valores como la individualidad y el egoísmo por sobre otros valores. Es otra la escala de valores para una convivencia sana. Se necesita un tiempo de transición para lograr un nuevo paradigma.